Creo que un buen libro lo es, además de por serlo, porque es leido en el momento preciso de la existencia de la persona que lo lee. Aunque abordar la “la irresoluble diatriba entre el individualismo romántico y el compromiso social” a través de la historia de amor de una princesa en el exilio y de un proscrito del sistema adicto a los explosivos, parezca una locura, el esperpento de la historia y el talento de Tom Robbins han conseguido detener mis reflexiones en el amor y la ecología, más allá de lo que el continuo bombardeo de ideas consiguen últimamente.
Aunque en esta etapa de mi vida mire con desconfianza e incredulidad el idealismo romántico, y trate de buscar un idealismo social que me permita sobrevivir en esta socidad desarrollista, posmoderna, hipócrita y carente de sentido trascendental; creo entrever que el fondo del conflicto es lo que parece una elección forzosa en la vida de todo ser humano: felicidad individual o bien común. Esta elección tan irracional como ilógica lo mismo sirve para justificar una guerra o el desmantelamiento del Estado del Bienestar, que nuestros hábitos de consumo. Y sea lo que sea lo que prevalezca en nuestras decisiones como justificación funciona bastante bien, tanto que nos la hemos creido a pesar de una doble contradicción: si el bien común no puede por sí solo asegurar la felicidad individual, igual no es tan común como quieren hacernos creer; y si la felicidad individual es incompatible por definición con el bien común o tenemos que redefinir el concepto de felicidad o el del bien común.
La princesa Leigh-Cheri encontró la felicidad en el amor perfecto de un pelirrojo renegado, y resultó incompatible con su lucha social. A pesar de que la Remington SL3 y las setas que formaron parte del proceso creativo de la historia trataron de reconciliar el amor con la lucha social (“La ecología es amor”) ella decidió hacer todo lo posible para que el amor durarara. La respuesta a esta elección la tienen las matemáticas: la energía que tenemos que invertir en nuestra felicidad individual hemos de detraerla necesariamente de nuestra contribución al bien común. ¿Necesariamente?
Hay personas cuya felicidad reside en una vida militante dedicada al cambio social, ecológico o político, en este caso no hay ecuación, sino ecuanimidad en la decisión sobre donde invertir energías. El resto jugamos con ambas variables, felicidad individual y bien común, en función de nuestros valores, preocupaciones, prioridades y momentos vitales. Idealmente parte de nuestra felicidad debería depender de contribuir al bien común, tanto en positivo como en negativo, pero eso es parte la definición de felicidad que cada persona debe hacer libremente y en conciencia (quien la tenga claro). Y eso es jodidamente difícil, porque no nos enseñan ni a oirnos a nosotras mismas, ni a vernos como parte de ese bien común, cuyo desarrollo y bienestar influyen y determinan nuestra felicidad individual. Por supuesto, no todo es culpa de nuestra educación, a veces simplemente no queremos plantearnos la realidad que tenemos delante.
¡Menudo lío!
No he leído el libro en cuestión por lo que lo que voy e decir quizá carezca de sentido.
No creo que “compromiso social” sea identificable con “bien común”. La historia está llena de ejemplos de gentes muy comprometidas con la sociedad cuyos actos solo han traído desgracia a la humanidad (y en según qué casos también grandes dosis de infelicidad para los propios comprometidos).
No entiendo cómo se puede equiparar “idealismo romántico” a felicidad. Más bien al contrario, el romanticismo conlleva una carga de sufrimiento personal. Desilusión tras desilusión.
Así pues “la irresoluble diatriba entre el individualismo romántico y el compromiso social” es una cosa y la diatriba entre la felicidad y el bien común, otra. Puedo entender el conflicto de la primera diatriba pero la segunda no creo ni que exista.
Tampoco creo que haya que andar redefiniendo constantemente y “ad hoc” la felicidad. La felicidad es un estado de ánimo de plena satisfacción (¡Ojo! No confundir con otros estados de ánimo como la euforia o la pasión, que luego vienen las desilusiones, las angustias y las desgracias)
Alicia
Muy interesante reflexión Rosa. Realmente creo que el mayor de los problemas es de educación, ya que me cuesta mucho esfuerzo diluirme en el concepto del bien común sin perder mi identidad, y a la vez sentirme feliz de manera individual.
No creo que yo sea un caso aislado, y es por eso que me reafirme en el origen educativo (o mejor: cultural) de este problema.
Quizá parte del secreto para ir abrazando este estado vital esté (al menos en mi caso), en la sensación de volatilidad de la vida: el hecho de tomar las situaciones de aparente felicidad individual momentáneas con mayor perspectiva (perspectiva temporal, para atrás y para adelante), me ayudan a cambiar el enfoque que deben tener las cosas, no centradas en uno mismo, si no en algo mas grande que nosotros mismos, y que deben ayudarnos a progresar como grupo humano, y no solamente como individuos.
Ibon
Estoy sufriendo, quiero leer ese libro desde hace tiempo y en mi país no lo encuentro por ningún lado. Alguien me lo podría pasar al correo? :'(
Me parece un análisis del libro muy acertado, leer a Robbins (y en particular a esta novela)es una experiencia indudablemente existencial, confrontativa, complicada y a su ves divertida e intrigante. Me da gusto saber que hay más lectores de este autor.
Sugiero a los lectores o a aquellos que aún no han leído Naturaleza muerta con pájaro carpintero que escuchen la canción “One” de La dispute para complementar su experiencia o para descubrir las primeras páginas del libro a través de la sonorización y del spoken poetry.