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La Intocable del 78: renovarse o morir

Artículo publicado en La Marea (06/12/2014)

Permítanme ser directa. A día de hoy tenemos dos opciones: seguir andando en círculos o crear colectivamente un nuevo camino. Con la primera opción nos acabaremos mordiendo en el culo, si no nos caemos antes mareadas y asqueadas. Con la segunda, al menos se abre un horizonte al que dirigirnos. La primera es la opción de los que se niegan a ver que el régimen del 78 está agotado, hablo de Rajoy, hablo de Pedro Sánchez y hablo de Mariló Montero. La segunda es la de todas las que pensamos que el origen de la crisis política, económica y ecológica se encuentra, precisamente, en los puntos negros de nuestra actual Constitución.

La Constitución de 1978, la Intocable, ha creado un sistema incapaz de regenerarse o corregirse, y que además hace tiempo que ha olvidado el objetivo principal para el que fue creado: servir a los intereses de la ciudadanía. Las nuevas generaciones tenemos el derecho y el deber de exigir la revisión y la reconstrucción de los pactos del pasado. La ciudadanía votó sí (aunque hoy eso represente apenas el 30% de la población actual), pero no participó. La legitimidad de entonces está en entredicho, tanto por las demandas de las generaciones más jóvenes, como por las tensiones y distorsiones que el régimen salido de la transición provoca en nuestra sociedad.

Recordemos que, muy a pesar de algunos, los de siempre, ya tenemos sobre la mesa el primer elemento necesario –aunque no suficiente- para todo proceso constituyente: un consenso ciudadano amplio sobre la necesidad de cambio. Y aunque se niegue, somos muchas ya las que creemos inaplazable actualizar la Constitución del 78, la Intocable, porque se está desangrando desde hace demasiado tiempo. Las hemorragias internas se han convertido con la crisis en heridas visibles y escandalosas, solucionadas con tiritas neoliberales todavía más escandalosas e injustas, como la reforma del artículo 135. La Intocable ha entrado en este último año en la UCI por culpa de un infarto soberanista y un trasplante urgente de monarca.

El diagnóstico es claro: hay que empezar a debatir una nueva Constitución que siente las bases para atajar de raíz la crisis política, económica y ecológica en la que estamos empantanados. Esto no se hace de un día para otro, y sin embargo nada urge más que la refundación de nuestra sociedad a partir de un nuevo marco normativo. Debemos avanzar hacia la reformulación de un Estado en consonancia con los valores de democracia, igualdad, participación y colaboración.

La apuesta de EQUO es un Estado republicano, federal y laico; cuyos principios rectores sean la transparencia, la rendición de cuentas y la revocación de cargos públicos como herramientas de lucha contra la corrupción. Es inaplazable igualmente la reforma de la Justicia para garantizar su independencia y asegurar la protección de los derechos que deberán ser ampliados asegurando el buen vivir de las personas. Y por último, debe afrontarse una reforma del sistema electoral que sea efectivamente proporcional y garantice al mismo tiempo la representación territorial.

Y todo este debate puede darse de dos maneras. Tal y como se hizo en 1978: 7 hombres encerrados en una habitación en representación de los partidos políticos para decidir la organización política del país. O por el contrario, un proceso constituyente abierto, participativo y transparente en el que la ciudadanía sea protagonista.

En el proceso constituyente que ponga fin al régimen corrupto, injusto y obsoleto de la Intocable, los partidos deberán ser un actor más, una herramienta para la participación. Es imprescindible involucrar a representantes de la sociedad civil y a personas sin adscripción a ningún tipo de organización. Las consultas y los debates deben ser abiertos a toda la ciudadanía; con una escrupulosa rendición de cuentas y transparencia de las negociaciones y los procesos de decisión. Esta es la forma de hacer política que nosotros defendemos desde nuestros inicios. Y es exactamente la misma que está demandando la sociedad española en estos momentos y que se está practicando por toda la geografía española en los espacios de confluencia ciudadana.

La soberanía, el poder de decisión, reside en la ciudadanía. Nadie puede negarnos el debate y estamos en nuestro derecho de dotarnos de una nueva Constitución que dé respuesta a los retos y necesidades del siglo XXI. Quédense con estas palabras: proceso constituyente. No sólo van a ocupar el centro del debate político en 2015, sino que es el único camino hacia la regeneración democrática.

Feministas consideran impostergable un proceso constituyente

Contribución al articulo de Feminicidio (18/06/2014)

  1. Referéndum: ¿ sí o no?, ¿Por qué? 
  2. Proceso constituyente: ¿sí o no? ¿Por qué?

1.- Resulta inexplicable e injustificable el temor de los gobernantes a usar la fórmula del referéndum en general y, ahora en particular, sobre un tema de tal trascendencia como el modelo de Estado. Aunque algunos insistan en que el debate entre monarquía y república se cerró con el respaldo ciudadano a aquella constitución, se equivocan. La importancia de la cuestión hubiera merecido un referéndum específico antes de elaborar la constitución, y esta tendría que haberse redactado después de que la ciudadanía eligiera si quería una monarquía o una república. Por lo tanto, referéndum sí, ya que nunca nos hemos pronunciado explícitamente sobre este punto. Personalmente, yo votaría a favor de una república. Sin embargo, la república por sí misma no garantiza nada, sólo es la base sobre la que construir un nuevo sistema social y político basado en la igualdad y la democracia. Y para ello es necesario e imprescindible un nuevo proceso constituyente, abierto, participativo y transparente. Es decir, todo lo contrario que en 1978.

2.- Me gustaría un proceso constituyente en el que los partidos fueran un actor más, una herramienta para la participación, y en el que se involucrara a representantes de la sociedad civil y a personas sin ninguna vinculación a organizaciones de ningún tipo. En el que las consultas y debates fueran abiertos a toda la ciudadanía y se rindiera cuentas de las negociaciones y los procesos. Por supuesto, las mujeres y los movimientos feministas tendrían que estar presentes y bien representadas. Además este proceso constituyente no deberá solo decidir el modelo institucional y de protección de los derechos, sino que deberá incluir en los debates otros aspectos muy importantes y con influencia directa en la vida de las personas: el modelo productivo, energético y alimentario, la articulación de los cuidados o el sistema de protección social. Sin duda, trabajando y decidiendo sobre estos temas desde una perspectiva feminista, la desigualdad se reduciría y la vida de las mujeres mejoraría sustancialmente.

Mi deseo sería que este proceso constituyente terminara en una república democrática, social y ecológica. En la que se asegure el derecho a construir, participar y decidir de toda la ciudadanía; en la que las personas estén en el centro de las decisiones, y donde se respeten, defiendan y promuevan los derechos humanos, sociales y políticos, especialmente los de las mujeres; y que respete los límites del planeta para asegurar una vida digna a todas las personas.