Articulo publicado en el Green European Journal, originalmente en inglés (04/12/2014) y traducido a castellano (08/01/2015)
En medio de la crisis global nadie se atreve a discutir que vivimos en un mundo cambiante y lleno de desafíos, especialmente en relación al medio ambiente. No son solo los Verdes los que lo dicen, sino también el Consejo de la Unión Europea: “A comienzos del siglo XXI, la Unión Europea hace frente a un número considerable de retos interrelacionados, entre ellos las consecuencias económicas y sociales de la crisis financiera mundial, el cambio climático, la disminución de los recursos hídricos y energéticos, la pérdida de biodiversidad, las amenazas a la seguridad alimenticia y los riesgos sanitarios” 1
Una cuestión importante es si la ciudadanía tiene el conocimiento, las habilidades y las actitudes necesarias para entender y hacer frente a los retos a los que nos enfrentamos como sociedad. La complejidad del nuestro mundo, que incluye aspectos culturales, sociales, económicos y medioambientales, nos lleva a cuestionarnos directamente el concepto de alfabetización. ¿Es suficiente saber leer y escribir en esta sociedad lleno de desafíos? Obviamente no. Entre las muchas competencias y destrezas que se pueden reclamar como esenciales para entender nuestro mundo, destacamos dos: la alfabetización crítica: lo que permite pensar “diferente” y cuestionar las asunciones universales sobre nuestro mundo; y la alfabetización medioambiental y científica: no se trata de entender lo que la ciencia estudia, sino también aquello por lo que la política debería preocuparse.
En este sentido, hemos visto en la última década como el concepto de Educación para la Sostenibilidad o Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) se ha generalizado. La ONU declaró la 2005 – 2014 como la década de la EDS, la mayor parte de los currículos nacionales incluyen el concepto de sostenibilidad y en todo el mundo existe una gran oferta de educación no-formal y programas de concienciación. Pero, ¿están siendo estos esfuerzos e iniciativas eficientes? En otras palabras, ¿está teniendo la actual Educación para la Sostenibilidad un impacto en el cambio de comportamiento y actitudes? Y sobre todo, ¿están logrando concienciar sobre la necesidad de un nuevo modelo económico y social para hacer frente a este reto?
Estas preguntas deberían responderse teniendo en cuenta la respuesta de otra pregunta: ¿cuál es el objetivo de la educación? ¿Qué queremos conseguir con la educación de las personas? Teniendo en cuenta la importancia de los retos a los que nos enfrentamos, la educación debería ser considerada como agente del cambio socio-cultural y no simplemente un eje de la economía o un transmisor de valores culturales. La pedagogía crítica, fundada por el educador brasileño Paulo Freire, considera la educación como una herramienta emancipadora, en oposición al concepto “bancario” de la educación, en la que la persona es considerada como una cuenta bancaria vacía en la que el profesorado deposita el conocimiento. La educación crítica quiere mostrar que el cambio es posible y que las realidades sociales que vivimos no tienen porqué ser como son.
Desde este pensamiento crítico y analítico, la pedagogía ha dado un paso más hacia el llamado aprendizaje transformador. Inicialmente, este concepto nació para hacer al alumnado cuestionarse sus asunciones o hábitos de pensamiento. Sin embargo, este concepto está actualmente ligado a los grandes retos del cambio social y la sostenibilidad. Basándose en el concepto de aprendizaje transformador, algunos autores han identificado 3 niveles de EDS:
ESD 1 – Promueve y facilita cambios e lo que hacemos y cómo vivimos. Se aprende para un desarrollo sostenible. Implica concienciación sobre la necesidad de reducir la huella de carbono de nuestras actividades. Se basa en un enfoque conductista: se explica los hechos del cambio climático y las acciones a llevar a cabo. Trata de hacer las cosas mejor.
ESD 2 – Habilitar y hacer realidad una forma de vida sostenible: Trabaja sobre la capacidad de pensar críticamente lo que dicen los expertos. Busca explorar las contradicciones del modelo y a cuestionarse los valores. Su objetivo no es tener un impacto ambiental sino emponderar a la gente para aceptar la responsabilidad de tomar decisiones para el cambio. Trata de hacer cosas mejores.
ESD 3 – Transformar la visión del mundo. Busca llevar a ver las cosas de diferente manera. El alumnado cuestiona paradigmas y deconstruye valores y asunciones para crear una nueva forma de ver el mundo y por ende transformarlo.
La mayor parte de la Educación para el Desarrollo Sostenible ofrecida en el mundo corresponde al primer nivel: es la visión de la UNESCO; la que define la década de ESD de la ONU; el principal enfoque utilizado en la educación formal y para la mayor parte de actividades educativas. Se ha demostrado que este enfoque apenas cambia comportamientos. El alumnado entiende las razones y reconocen las soluciones propuestas (hechos), pero no encuentra la motivación para pasar a la acción, ni busca las razones para hacerlo. La ESD 2 quiere que el alumnado piense por sí mismo, analice las alternativas y tome sus decisiones. Este enfoque es más importante para nuestro futuro, ya que depende más de nuestra capacidad de análisis y de construir alternativas, que en nuestra aceptación en que se nos diga lo que tenemos que hacer. Por último, la EDS 3 es el paradigma del cambio. Estos tres tipos de ESD no son ni opuestos ni mutuamente excluyentes, se complementan y cada uno tiene su función en construir un mundo más sostenible.
Sin embargo, estamos de acuerdo en que reducir la ESD a una simple explicación de hechos y acciones no es suficiente para afrontar de forma efectiva los retos medioambientales. ¿Qué aspectos deberían incluirse en la ESD para conseguir dotar a las personas con el conocimiento y las habilidades necesarias para entender y construir una alternativa a la actual crisis ecológica?
El documento mencionado anteriormente del Consejo de la Unión Europea señala algunos aspectos que contribuirían realmente a mejorar el impacto de la ESD, tanto en el medio ambiente como en un cambio de valores:
Una perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida, esto es incluir la EDS en todos los niveles de educación y formación formal y no-formal.
Un aprendizaje basado en valores, tales como la justicia, la equidad, la tolerancia, la suficiencia y la responsabilidad hacia las generaciones futuras.
Pensamiento sistémico, necesario para entender la complejidad de un mundo, en el que todo está conectado a otras cosas.
Una llamada a la acción, no hay que entender sino también actuar.
En lo que se refiere al último punto, es importante que el alumnado encuentre una motivación para la acción. Los conocimientos y capacidades se adquieren mejor a través de la experiencia personal (cuando el aprendizaje es relevante y cercano). En este sentido, hay otros aspectos que sugerimos incluir en la ESD:
Un enfoque constructivista en el que el alumnado construya su propio aprendizaje y juegue un papel activo en el proceso (frente al enfoque conductista que dice lo que hay que hacer y aprender)
Usar un tono positivo, que huya de mensajes pesimistas y catastrofistas y pida a al alumnado que propongan sus propias acciones (pensamiento creativo e innovación)
Introducir la dimensión local de los retos globales, subrayando el rol de las comunidades locales y las personas en encontrar soluciones al cambio climático.
Desde un punto de vista educativo, este tipo de EDS se ajustaría a los elementos que la didáctica más innovadora apuntan como el futuro de la educación: enfoque centrado en el alumnado, temas y contextos importantes para el alumnado, énfasis en el pensamiento crítico y la resolución de problemas, creatividad, etc. En lo que se refiere a la sostenibilidad, la concienciación sobre el cambio climático y sus consecuencias se incrementaría tratando cuestiones locales y buscando la motivación de actuar en algo directamente relacionado con sus sentimientos y su identidad.
Un ejemplo de este tipo de ESD es Schools for Resilience (www.schools-for-resilience.eu), un proyecto en marcha financiado por el Programa de Aprendizaje Permanente de la UE. Liderado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en él participan diferentes actores educativos de Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Italia y Letonia. Su objetivo es desarrollar materiales educativos para una educación para la sostenibilidad transformadora:
que busca entender y responder positivamente a los cambios globales con soluciones locales
a través de la cual el alumnado construirá su propia contribución a la sostenibilidad según las necesidades de su entorno.
El proyecto se basa en tres ideas claves: pensamiento sistémico, resilencia personal y comunitaria y valores:
Crear comunidades que sean compatibles con los procesos de la naturaleza para una vida sostenible, requiere conocimientos básicos de ecología.
Actuar de forma resiliente en cualquier contexto o situación exige conocimiento y habilidades personales, de construcción de equipo y sostenibilidad.
Los valores son claves para promover formas de pensar sostenibles. El proyecto busca trabajar tres valores principales: respeto por la naturaleza y cuidado de nuestro planeta, igualdad de oportunidades para que todas las personas pueda decidir cómo vivir su vida y respecto por generaciones futuras.
Es un proyecto piloto que está trabajando en el desarrollo de una secuencia didáctica para secundaria, pero apunta en la buena dirección con una educación para la sostenibilidad holística y transformadora basada en metodologías didácticas innovadoras (i.e. aprendizaje fuera del aula).
Pero, ¿existen actualmente este tipo de programas en Europa? Sí, en algunos países. Sin embargo, hay una gran diferencia a nivel nacional principalmente relativa a la conciencia sobre sostenibilidad que tiene cada país, pero también en lo referente a la cultura y la tradición educativa de cada sistema. Desde luego, sería interesante analizar las diferentes formas en las que la educación para la sostenibilidad se enfoca en cada país, y ver la relación con las actitudes y valores de la sociedad hacia el cambio climático y la sostenibilidad. La concienciación de la gente, la comprensión y la percepción sobre el cambio climático y la crisis ecológica no deben menospreciarse en la acción global por la sostenibilidad y la justicia ambiental. No menospreciemos la educación como motor del cambio global.