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Davos, o la urgencia de una transición completa

Lo que desde Davos llaman la cuarta revolución industrial no es sino la aceleración de ciertas tendencias en el sistema productivo mundial que supone la destrucción de millones de puestos de trabajo. Lo que nos venden como un gran cambio que traerá riqueza, es más de lo mismo que incrementará la desigualdad.

En el momento político en el que nos encontramos, no podemos dejar de tener en cuenta el eje de transformación del modelo productivo y de consumo para conseguir esa transición tan necesaria hacia una sociedad más democrática, justa y sostenible.

Artículo publicado originalmente el eldiario.es 21/01/2016

http://www.eldiario.es/tribunaabierta/Davos-urgencia-transicion-completa_6_476012422.html

 

Imagen Patrick Chappatte

#SumarClima

Que no se nos olvide, enredados como estamos en esto del cambio, lo importante, lo urgente y lo necesario: #SumarClima. EQUO estará ahí para recordarlo en cada política, en cada gesto, en cada decisión.

El cambio climático lo es todo: economía, energía, movilidad, infraestructuras, agricultura, biodiversidad; pero también equidad, migración, derechos humanos, salud, educación. Hacer política sin tener en cuenta el cambio climático es la mayor irresponsabilidad de nuestra clase dirigente, hacerlo el mayor reto al que nos enfrentamos las fuerzas transformadoras.

Reducir nuestras emisiones de carbono pasa por cambiar nuestros estilos de vida, por supuesto, pero es imprescindible un plan global de acción interministerial que agrupe, coordine y trabaje conjuntamente todas las áreas en las que hay algo que decir sobre cambio climático.

Hay tres ejes sobre los que debemos trabajar y que son prioritarios para que la lucha contra el cambio climático sea efectiva:

1) Prioridad absoluta e inmediata: Cambiar el modelo energético, de uno basado en la barra libre de combustibles fósiles a otro basado en el ahorro, la eficiencia y las renovables (incluyendo también la movilidad).

2) Horizonte al que llegar caminando desde ya mismo: Pasar de un modelo productivista, especulativo, e intensivo en el uso de los recursos a otro que apueste por sectores bajos en consumo energético y materias primas, que genere tejido económico local y que priorice la satisfacción de las necesidades socioambientales de la mayoría.

3) Urgencia democrática y ética: Terminar con las puertas giratorias y la corrupción, es decir, con la connivencia y los conflictos de intereses entre élites políticas y económicas que sólo benefician a una minoría pudiente.

Pero con independencia de las acciones políticas, hay una prioridad que debemos abordar: la concienciación, la educación y el conocimiento de lo que hablamos. Predicaremos en el desierto si no somos capaces de involucrar a la sociedad en esta lucha. Tenemos que conseguir que sientan la importancia de frenar el cambio climático y destacar que su vida presente y futura mejorará considerablemente.

Y este es siempre el triple reto de toda política: actuar, convencer e involucrar. Y respecto al cambio climático la clase política no está haciendo ninguna de las tres cosas.

#SumarEnVerde

En EQUO tenemos la responsabilidad de que el cambio que estamos construyendo, también sume en verde. Esto debe ser una prioridad para #SumarAlCambio y tiene que estar encima de la mesa desde el inicio. Debemos, y así lo haremos, explicar y hacer pedagogía con el resto de fuerzas políticas que nos acompañarán en la aventura del cambio.

Cuándo hablamos de la necesidad de sumar a la confluencia las políticas verdes ¿a qué nos referimos exactamente? Pues principalmente a dos cuestiones: a introducir los límites del Planeta como una cuestión a tener en el diseño de nuestras políticas y el modelo de producción y consumo. La consecuencia de haber apostado por un crecimiento infinito en un planeta finito nos ha llevado en vivir en la actualidad una crisis ecológica que junto la crisis política, social y económica en parte de los grandes retos a los que nos enfrentamos como sociedad.

La crisis ecológica se traduce en cuestiones claves para la humanidad que apenas están presentes en la agenda política internacional: el cambio climático, la seguridad y soberanía alimentaria, la escasez de recursos y materiales indispensables para nuestra economía o la destrucción continua e irreparable de la biodiversidad.

La lógica capitalista de trabajo-producción-consumo se basa en un sistema explotador de personas y recursos naturales, en el que el único objetivo es el beneficio de unos pocos. Las políticas neoliberales e hiperproductivistas de las últimas 3 décadas han agrandado las desigualdades sociales y han acelerado la crisis ecológica hasta un punto de no retorno: el futuro de la sociedad depende de nuestra capacidad y voluntad de transformar el modelo de producción y consumo.

Las llamadas “políticas verdes” son las únicas que plantean propuestas más allá, por ejemplo, de mejorar los derechos sociales, asegurar el reparto de riqueza o lograr una producción más limpia. Estos son objetivos irrenunciables, por supuesto, pero por sí solos no hacen sino contribuir a perpetuar las bases sobre las que se asientan las múltiples crisis y no aseguran ni el presente de una parte de la población, ni el futuro más inmediato de las generaciones más jóvenes.

¿En qué se concretan las propuestas verdes? En construir un modelo que, en entre otras cosas, se base en:

  • La reducción del consumo de energía y abandono los combustibles fósiles como fuente de energía principal;
  • Una producción más eficiente en recursos y energías, primando la calidad y la sostenibilidad, frente a la cantidad;
  • Un modelo de producción de alimentos basado en la proximidad, la seguridad alimentaria (pesticidas, antibióticos, transgénicos) y la convivencia con los hábitats y biodiversidad local;

En definitiva, debemos asegurarnos de que el cambio confluyente también suma en verde. Solo así lograremos la transformación que reclamamos, y necesitamos, desde la ciudadanía.

Educación para la sostenibilidad: un motor para el cambio global

Articulo publicado en el Green European Journal, originalmente en inglés (04/12/2014) y traducido a castellano (08/01/2015)
En medio de la crisis global nadie se atreve a discutir que vivimos en un mundo cambiante y lleno de desafíos, especialmente en relación al medio ambiente. No son solo los Verdes los que lo dicen, sino también el Consejo de la Unión Europea: “A comienzos del siglo XXI, la Unión Europea hace frente a un número considerable de retos interrelacionados, entre ellos las consecuencias económicas y sociales de la crisis financiera mundial, el cambio climático, la disminución de los recursos hídricos y energéticos, la pérdida de biodiversidad, las amenazas a la seguridad alimenticia y los riesgos sanitarios” 1

Una cuestión importante es si la ciudadanía tiene el conocimiento, las habilidades y las actitudes necesarias para entender y hacer frente a los retos a los que nos enfrentamos como sociedad. La complejidad del nuestro mundo, que incluye aspectos culturales, sociales, económicos y medioambientales, nos lleva a cuestionarnos directamente el concepto de alfabetización. ¿Es suficiente saber leer y escribir en esta sociedad lleno de desafíos? Obviamente no. Entre las muchas competencias y destrezas que se pueden reclamar como esenciales para entender nuestro mundo, destacamos dos: la alfabetización crítica: lo que permite pensar “diferente” y cuestionar las asunciones universales sobre nuestro mundo; y la alfabetización medioambiental y científica: no se trata de entender lo que la ciencia estudia, sino también aquello por lo que la política debería preocuparse.

En este sentido, hemos visto en la última década como el concepto de Educación para la Sostenibilidad o Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) se ha generalizado. La ONU declaró la 2005 – 2014 como la década de la EDS, la mayor parte de los currículos nacionales incluyen el concepto de sostenibilidad y en todo el mundo existe una gran oferta de educación no-formal y programas de concienciación. Pero, ¿están siendo estos esfuerzos e iniciativas eficientes? En otras palabras, ¿está teniendo la actual Educación para la Sostenibilidad un impacto en el cambio de comportamiento y actitudes? Y sobre todo, ¿están logrando concienciar sobre la necesidad de un nuevo modelo económico y social para hacer frente a este reto?

Estas preguntas deberían responderse teniendo en cuenta la respuesta de otra pregunta: ¿cuál es el objetivo de la educación? ¿Qué queremos conseguir con la educación de las personas? Teniendo en cuenta la importancia de los retos a los que nos enfrentamos, la educación debería ser considerada como agente del cambio socio-cultural y no simplemente un eje de la economía o un transmisor de valores culturales. La pedagogía crítica, fundada por el educador brasileño Paulo Freire, considera la educación como una herramienta emancipadora, en oposición al concepto “bancario” de la educación, en la que la persona es considerada como una cuenta bancaria vacía en la que el profesorado deposita el conocimiento. La educación crítica quiere mostrar que el cambio es posible y que las realidades sociales que vivimos no tienen porqué ser como son.

Desde este pensamiento crítico y analítico, la pedagogía ha dado un paso más hacia el llamado aprendizaje transformador. Inicialmente, este concepto nació para hacer al alumnado cuestionarse sus asunciones o hábitos de pensamiento. Sin embargo, este concepto está actualmente ligado a los grandes retos del cambio social y la sostenibilidad. Basándose en el concepto de aprendizaje transformador, algunos autores han identificado 3 niveles de EDS:

ESD 1 – Promueve y facilita cambios e lo que hacemos y cómo vivimos. Se aprende para un desarrollo sostenible. Implica concienciación sobre la necesidad de reducir la huella de carbono de nuestras actividades. Se basa en un enfoque conductista: se explica los hechos del cambio climático y las acciones a llevar a cabo. Trata de hacer las cosas mejor.

ESD 2 – Habilitar y hacer realidad una forma de vida sostenible: Trabaja sobre la capacidad de pensar críticamente lo que dicen los expertos. Busca explorar las contradicciones del modelo y a cuestionarse los valores. Su objetivo no es tener un impacto ambiental sino emponderar a la gente para aceptar la responsabilidad de tomar decisiones para el cambio. Trata de hacer cosas mejores.

ESD 3 – Transformar la visión del mundo. Busca llevar a ver las cosas de diferente manera. El alumnado cuestiona paradigmas y deconstruye valores y asunciones para crear una nueva forma de ver el mundo y por ende transformarlo.
La mayor parte de la Educación para el Desarrollo Sostenible ofrecida en el mundo corresponde al primer nivel: es la visión de la UNESCO; la que define la década de ESD de la ONU; el principal enfoque utilizado en la educación formal y para la mayor parte de actividades educativas. Se ha demostrado que este enfoque apenas cambia comportamientos. El alumnado entiende las razones y reconocen las soluciones propuestas (hechos), pero no encuentra la motivación para pasar a la acción, ni busca las razones para hacerlo. La ESD 2 quiere que el alumnado piense por sí mismo, analice las alternativas y tome sus decisiones. Este enfoque es más importante para nuestro futuro, ya que depende más de nuestra capacidad de análisis y de construir alternativas, que en nuestra aceptación en que se nos diga lo que tenemos que hacer. Por último, la EDS 3 es el paradigma del cambio. Estos tres tipos de ESD no son ni opuestos ni mutuamente excluyentes, se complementan y cada uno tiene su función en construir un mundo más sostenible.

Sin embargo, estamos de acuerdo en que reducir la ESD a una simple explicación de hechos y acciones no es suficiente para afrontar de forma efectiva los retos medioambientales. ¿Qué aspectos deberían incluirse en la ESD para conseguir dotar a las personas con el conocimiento y las habilidades necesarias para entender y construir una alternativa a la actual crisis ecológica?

El documento mencionado anteriormente del Consejo de la Unión Europea señala algunos aspectos que contribuirían realmente a mejorar el impacto de la ESD, tanto en el medio ambiente como en un cambio de valores:

Una perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida, esto es incluir la EDS en todos los niveles de educación y formación formal y no-formal.
Un aprendizaje basado en valores, tales como la justicia, la equidad, la tolerancia, la suficiencia y la responsabilidad hacia las generaciones futuras.
Pensamiento sistémico, necesario para entender la complejidad de un mundo, en el que todo está conectado a otras cosas.
Una llamada a la acción, no hay que entender sino también actuar.

En lo que se refiere al último punto, es importante que el alumnado encuentre una motivación para la acción. Los conocimientos y capacidades se adquieren mejor a través de la experiencia personal (cuando el aprendizaje es relevante y cercano). En este sentido, hay otros aspectos que sugerimos incluir en la ESD:

Un enfoque constructivista en el que el alumnado construya su propio aprendizaje y juegue un papel activo en el proceso (frente al enfoque conductista que dice lo que hay que hacer y aprender)
Usar un tono positivo, que huya de mensajes pesimistas y catastrofistas y pida a al alumnado que propongan sus propias acciones (pensamiento creativo e innovación)
Introducir la dimensión local de los retos globales, subrayando el rol de las comunidades locales y las personas en encontrar soluciones al cambio climático.

Desde un punto de vista educativo, este tipo de EDS se ajustaría a los elementos que la didáctica más innovadora apuntan como el futuro de la educación: enfoque centrado en el alumnado, temas y contextos importantes para el alumnado, énfasis en el pensamiento crítico y la resolución de problemas, creatividad, etc. En lo que se refiere a la sostenibilidad, la concienciación sobre el cambio climático y sus consecuencias se incrementaría tratando cuestiones locales y buscando la motivación de actuar en algo directamente relacionado con sus sentimientos y su identidad.

Un ejemplo de este tipo de ESD es Schools for Resilience (www.schools-for-resilience.eu), un proyecto en marcha financiado por el Programa de Aprendizaje Permanente de la UE. Liderado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en él participan diferentes actores educativos de Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Italia y Letonia. Su objetivo es desarrollar materiales educativos para una educación para la sostenibilidad transformadora:
que busca entender y responder positivamente a los cambios globales con soluciones locales
a través de la cual el alumnado construirá su propia contribución a la sostenibilidad según las necesidades de su entorno.

El proyecto se basa en tres ideas claves: pensamiento sistémico, resilencia personal y comunitaria y valores:
Crear comunidades que sean compatibles con los procesos de la naturaleza para una vida sostenible, requiere conocimientos básicos de ecología.
Actuar de forma resiliente en cualquier contexto o situación exige conocimiento y habilidades personales, de construcción de equipo y sostenibilidad.
Los valores son claves para promover formas de pensar sostenibles. El proyecto busca trabajar tres valores principales: respeto por la naturaleza y cuidado de nuestro planeta, igualdad de oportunidades para que todas las personas pueda decidir cómo vivir su vida y respecto por generaciones futuras.
Es un proyecto piloto que está trabajando en el desarrollo de una secuencia didáctica para secundaria, pero apunta en la buena dirección con una educación para la sostenibilidad holística y transformadora basada en metodologías didácticas innovadoras (i.e. aprendizaje fuera del aula).

Pero, ¿existen actualmente este tipo de programas en Europa? Sí, en algunos países. Sin embargo, hay una gran diferencia a nivel nacional principalmente relativa a la conciencia sobre sostenibilidad que tiene cada país, pero también en lo referente a la cultura y la tradición educativa de cada sistema. Desde luego, sería interesante analizar las diferentes formas en las que la educación para la sostenibilidad se enfoca en cada país, y ver la relación con las actitudes y valores de la sociedad hacia el cambio climático y la sostenibilidad. La concienciación de la gente, la comprensión y la percepción sobre el cambio climático y la crisis ecológica no deben menospreciarse en la acción global por la sostenibilidad y la justicia ambiental. No menospreciemos la educación como motor del cambio global.