Otra vez Sestao, otra vez Margen Izquierda. De nuevo la crisis industrial, esta vez el futuro de La Naval, nos lleva a la comarca de Bizkaia, que junto con Encartaciones, más ha sufrido, está sufriendo y sufrirá la inacción del Gobierno Vasco en política industrial. Es inevitable la sensación de déjà vu. No hace ni año y medio que Sestao contenía la respiración por el futuro de la ACB y aquí estamos de nuevo ante el posible cierre de un símbolo de la industria de Bizkaia, que de confirmarse supondría un nuevo golpe al empleo, el bienestar y el futuro de Ezkerraldea.
Es difícil no encontrar analogías entre las dos historias: grandes empresas públicas, banderas de la industrialización de la Margen Izquierda, en sectores que sufrieron salvajemente la reconversión industrial de los 80 y que han acabado en manos privadas. Sin embargo, y aunque ambas empresas tienen hoy futuro en sectores de gran relevancia internacional, la mala gestión y la ausencia de una política industrial a largo plazo ponen en peligro un número alarmante de empleos en Sestao, y por extensión en toda la comarca.
La situación de La Naval no es un caso aislado, de confirmarse los peores escenarios para el astillero y la papelera CEL, tal y como ha ocurrido con General Electric, podríamos terminar el año con la destrucción de alrededor de 2.000 empleos industriales en Bizkaia; a los que habría que sumar los de CNA Fagor y Xey en Gipuzkoa (otros 350 más) ¿No deberíamos empezar ya a hablar abiertamente de crisis de la industria tradicional vasca?
El primer paso para solucionar un problema es reconocerlo, y el Gobierno Vasco no parece dispuesto a admitir que hay factores estructurales y malas prácticas que llevan años destruyendo nuestro tejido industrial. La consecuencia de esta ceguera es una política industrial errática, sin fondo ni proyecto que se limita, tal y como ha declarado el lehendakari Urkullu, a “acompañar” a las empresas en situaciones de crisis hasta que desaparecen.
Un gobierno responsable y con sentido de país no puede reaccionar únicamente cuando las empresas tienen problemas graves. El papel de las instituciones, al menos tal y como lo entendemos desde Elkarrekin Podemos, es el de conseguir que la política industrial contribuya a modernizar el tejido industrial existente, y de este modo, a mejorar la calidad de vida de las personas que viven de él.
Esto pasa por adoptar un papel de liderazgo para asegurar que la industria vasca se transforma a la misma velocidad que los sectores en los que trabaja; y es capaz de anticiparse a las amenazas que se avecinan. Sirva como ejemplo la crisis del acero del año pasado, esa que redujo la plantilla y la actividad de la ACB y se llevó por delante la planta de Arcelor Mittal en Zumárraga. A pesar de algunas medidas anti-dumping que la Unión Europea ha impuesto a ciertos productos chinos, algunos de los factores estructurales de la crisis siguen ahí tales como la sobrecapacidad productiva mundial o la falta de inversión en nuevas tecnologías y eficiencia energética. ¿Qué ha hecho el Gobierno Vasco desde entonces? ¿Ha hablado con las acerías vascas para conocer sus necesidades? ¿Ha abierto alguna línea de apoyo a la modernización del sector, la reducción de emisiones o la fabricación de productos de mayor valor añadido?
Este es el tipo de política industrial que hacen los gobiernos responsables. La que pone las bases para un desarrollo económico que asegure el empleo y cree riqueza económica, social y ambiental en el nuevo contexto productivo del siglo XXI, marcado por la digitalización de la maquinaria, las nuevas formas de organizar la producción y el uso de energías no contaminantes (la llamada descarbonización).
La política industrial no son grandes conceptos que envuelven estrategias que nos vienen dadas, ni tampoco es incrementar el poder de las élites económicas: es trabajar codo con codo con las empresas para ver cómo su futuro puede asegurarse en las cambiantes necesidades económicas y productivas mundiales. Las estrategias, los objetivos, los planes de un gobierno solo son creíbles si están anclados en el territorio y responden a los contextos de sectores, comarcas y empresas concretas para mantener los empleos en el medio y largo plazo.
La situación de emergencia de la industria vasca tradicional, confirma la necesidad de un pleno monográfico sobre el tema, tal y como planteó Elkarrekin Podemos el pasado mes de julio. Reconozcamos el fracaso de la política industrial del PNV y del PSE y busquemos medidas sólidas, coherentes y consensuadas en defensa de nuestro tejido industrial, manteniendo los empleos que existen y creando nuevos. Acompañar no es liderar, y lo que necesita nuestra industria es un liderazgo público que ponga estrategias y leyes al servicio de la economía real y de las personas viven de ella. Porque el futuro no es tal, si se olvida de la gente y de los pueblos que ha dado su vida por construir el presente que hoy disfrutamos.