La oportunidad política ante el cambio climático

Florent Marcellesi, Portavoz de EQUO – Primavera Europea en el Parlamento Europeo, Rosa Martínez y Juantxo López de Uralde, Coportavoces de EQUO

 Artículo publicado en Público, el 07-11-2014

 

“La ciencia demuestra con una seguridad del 95% que la actividad humana es la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”. Así comienza el Informe 2014 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) que acaba de publicarse. Es la acción humana la causante y la única capaz de frenar el calentamiento global.

Este documento, que debería ser lectura de cabecera de los líderes políticos mundiales, es probable que acabe en el despacho de algún técnico de segunda o tercera línea. Es también probable que tenga poco o nulo impacto en las políticas nacionales y europeas, tal y como ha venido sucediendo en anteriores ocasiones, en una inercia irresponsable de quienes gobiernan a golpe de portada, tarjeta y pelotazo.

Como señala el IPCC en este informe, de forma todavía si cabe más contundente que en anteriores ocasiones, es imprescindible actuar contra el cambio climático hoy. Y en vista de que gobiernos, instituciones internacionales y poderes financieros siguen relegando la lucha contra el cambio climático a un segundo plano, la única opción de la ciudadanía es alzar la voz y sumar poder hasta que este tema sea una prioridad en todas las agendas sociales y políticas.

Hace un mes, en la marcha de Nueva York contra el calentamiento global, centenares de miles de personas guardaron un minuto de silencio por las víctimas del cambio climático. El cambio climático es, además de un asunto ecológico clave y una cuestión de supervivencia civilizada de nuestra especie, una cuestión de justicia social.

Sequías, desertificación, pérdidas de cosechas, subida de precios de alimentos básicos… son algunas de las consecuencias directas de un cambio climático que se están cobrando ya hoy cientos de miles de vidas por todo el planeta, y está reduciendo drásticamente el bienestar de decenas de millones. Aunque no sea portada de ningún periódico, hoy sabemos que el cambio climático ya es la primera causa de los movimientos migratorios mundiales. Son, y serán, las personas que menos tienen, las que se vean obligados a abandonar su tierra y su modo de vida. Y lo que es todavía más grave, como bien lo explica el presidente del IPCC, “muchas de las personas más vulnerables al cambio climático apenas han contribuido y contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero”.

Es cierto que cada vez hay más personas conscientes del cambio climático y de la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Personas que contribuyen individualmente con cambios en su vida doméstica a reducir las emisiones, utilizando una movilidad más sostenible, a través del consumo responsable, contratando energía verde, o reduciendo el consumo de carne en su dieta, entre otras. Estas buenas prácticas, siendo imprescindibles, no son suficientes para afrontar el reto que hemos de enfrentar en estos momentos.

Necesitamos un cambio político y de políticas

Se avecinan tiempos de cambios, una nueva generación política se abre paso sobre los escombros de un pacto social roto por la miseria moral de las élites que han gobernado durante los últimos 30 años. Estamos a las puertas de un gran vuelco en el panorama político español y es el momento de conseguir que el cambio climático esté en el centro de la agenda, con compromisos concretos.

Es el momento de implementar una política profundamente transformadora, que parta de tres ejes:

1) Cambiar el modelo energético, de uno basado en la barra libre de combustibles fósiles a otro basado en el ahorro, la eficiencia y las renovables.

2) Pasar de un modelo productivista, especulativo, e intensivo en el uso de los recursos a otro que apueste por sectores bajos en consumo energético y materias primas, que genere tejido económico local y que priorice la satisfacción de las necesidades socioambientales de la mayoría.

3) Terminar con las puertas giratorias y la corrupción, es decir, con la connivencia y los conflictos de intereses entre élites políticas y económicas que sólo benefician a una minoría pudiente.

La paradoja es que estas políticas, además de reducir el impacto de la actividad humana en el medio ambiente, ayudarían a superar la crisis económica, social y ética en la que nos encontramos. Eso es, crearían millones empleos de calidad, no deslocalizables y mejorarían la calidad de vida de las personas reduciendo los niveles de contaminación. Sin embargo, a pesar de estas razones de sentido y bien común, la mayoría de los gobiernos giran la cabeza y prefieren mirar para otro lado. Están secuestrados por los intereses de las grandes multinacionales del petróleo o el gas y los grandes grupos financieros.

Pero cuando los conflictos y la pobreza en España, en Europa y en el mundo aumenten de forma exponencial por el cambio climático ¿se seguirán escudando en otras urgencias? ¿Nos dirán que hemos contaminado por encima de nuestras posibilidades? ¿Estaremos a tiempo de mandar al banquillo a los responsables de este expolio de la vida del planeta?

Gobiernos y administraciones a todos los niveles han de sentir nuestra presión y nuestro aliento: el cambio climático no se frena con promesas. Es el momento de la acción social y política responsable con el planeta que habitamos. Al igual que la Marea Blanca ha conseguido paralizar la privatización de la Sanidad en Madrid y las protestas feministas han logrado tumbar la reforma de la ley del aborto, es la hora de una marea ciudadana y política contra la inacción ante lo evidente.

Luchar contra el cambio climático está profundamente vinculado con prioridades de la sociedad como el empleo, los derechos sociales o la corrupción. Luchar contra el cambio climático es dejar atrás la vieja política. Por eso, implica cambiar el modelo energético, productivo e institucional. El cambio político que venga sólo será mejor que este que se resiste a morir, si es más democrático, justo y sostenible.

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Rosa Martínez

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