A pesar de todo el pesimismo que rodea la vida pública y política, las energías y la ilusión de la gente de EQUO Euskadi, junto con convencimiento de que nuestras propuestas no sólo pueden servir, sino que son la única alternativa para salir de la crisis, me ayuda a afrontar la realidad con optimismo. En el fondo creo que no podemos ser tan idiotas como para no darnos cuenta de lo inviable de un modelo basado en el crecimiento.
Gracias a mi trabajo puedo charlar a menudo con gente de diferentes países europeos, y la situación de cada país es un tema recurrente. La semana pasada, ya en los postres, cuando me creía libre de tener que explicar lo mal que nos va aquí por el sur de Europa, el colega italiano lanza un: How are things in Spain? (clarísima vendetta por los años que llevamos trabajando juntos y en los que él ha tenido que explicarnos la Italia de Berlusconi). Rápido repaso mental a los titulares de la semana: rescate-intervención-préstamo-hazloqueyotediga (¡buf!), Eurovegas (¡qué vergüenza!), la manifestación de Cataluña (identidad, independentismo, explicarlo otra vez ¡no gracias!), los recortes, la reforma del código penal, la manipulación informativa, … “Cristiano Ronaldo está triste”. Ni sé de donde me salió, todo el mundo rió y cambiamos de tema.
Me quedé pensativa. Acababa de comprobar personalmente la efectividad del fútbol para evitar temas importantes. Me sentí triste. Realmente sentía vergüenza de tener que explicar a donde nos están llevando. Busqué dentro de mí, y encontré esperanza, y encontré más personas que cómo yo están convencidas de que estamos a tiempo. Me acordé de mi granito de arena, y de la gran playa que estamos construyendo en EQUO Euskadi.
Y me sentí mejor.
Hola Rosa,
una pregunta: ¿La identidad es un problema? ¿Por qué?
¿Y el independentismo?…
¡Nooo!La identidad, mejor dicho identidades, son inherentes e imprescindibles para las personas, y sus relaciones con los demás. Sin embargo, estarás de acuerdo conmigo en que la identidad excluyente y el uso que se haga de ella puede llegar a ser un problema. El independentismo, tampoco lo considero un problema (siempre que responda a un proceso de participación ciudadana abierto y transparente, y no que no se limite a refrendar con un sí o un no, lo cocinado y acordado en exclusiva por los partidos políticos, por ejemplo), aunque yo no lo comparta como objetivo político. El independentismo entendido como la creación de un estado-nación no es la solución a los problemas y retos de nuestra sociedad, especialmente en un contexto en el que están tomando relevancia los ámbitos local y global.
Y si no quise hablar de la manifestación de marras, de verdad que fue por pereza, a veces resulta complicado y agotador intentar explicar todo esto a personas que vienen de estados con una única y sólida identidad nacional (como Noruega, Polonia, Eslovenia, que eran parte de mis interlocutores). No me sentía con fuerzas esa noche…
Claro que estoy de acuerdo Rosa, soy vasco y euskaldun y llevo toda la vida intentando que el Estado español, sus instituciones y gran parte de su ciudadanía respete mi identidad, como yo respeto la suya. No hay manera.
Respecto a lo que dices del independentismo, no lo comparto. Europa y el mundo están organizados en estados-nación o estados plurinacionales, como en el caso del Estado español, el francés y muchos otros, la inmensa mayoría. La reivindicación de estado propio por parte de los pueblos es perfectamente legítima, sea o no la solucción a sus problemas e inquietudes, que de eso podríamos hablar… En cualquier caso, cuanto más cerca estén los centros de poder de las comunidades, mucho mejor, ¿no es así?
En el caso del estado español (el del francés ya es la monda) lo que me parece el colmo es que aquellxs que ya forman parte de un Estado-nación y que además lo quieren uniforme, monolíngüe y rojigualdo desde Finisterre hasta Cap de Creus, nieguen la posibilidad de tenerlo a catalanes/as, vascxs, etc. Y si ya apelamos a la inutilidad de los Estados-nación sin proceder a desmantelar el propio simultáneamente, pues qué quieres que te diga…
Pues si también crees que la imposición no es la solución cuando hay diferencias identitarias, ya es más lo que nos une que lo que nos separa.
Aparte de la legitimidad o no de reivindicar un estado por parte de los pueblos (pueblos que están formados por personas, no lo olvidemos, con sus derechos individuales, que deben prevalecer sobre los colectivos) me parece poco ambicioso aspirar a algo que se está demostrando que no funciona, simplemente por el hecho de que es el que mayoritariamente existe en el mundo. Para mí, en este caso, debatir el modelo político de Euskadi no es suficiente. Como objetivo político se me queda corto, yo quiero decidir no sólo la estructura política sino el modelo social, energético, económico, cultural, etc. Personalmente me da igual bajo que bandera se organicen mis instituciones mientras den respuesta a los problemas de las personas, respeten los derechos humanos, tengan en cuenta los límites el planeta y que mi bienestar no sea a costa del de millones de personas del sur.
Me gusta el término (que tú has usado) comunidades en vez de naciones, y el de ciudadanía mucho más que nacionalidad.
Claro Rosa, ya lo he dicho en el post, pero es que hablarnos a l@s euskaldunes de imposición “cuando hay diferencias identitarias” es como mentar a la Levinsky en casa de Hilary… Si alguien en esta tierra ha soportado y soporta la imposición lingüística, cultural e identitaria, somos l@s euskaldunes. Otra cosa es que haya un sector, minoritario, de abertzales que haya pretendido imponer sus criterios a la población mediante el uso de la violencia y la coacción, como reacción, garrafal, a la imposición del Estado español y al proceso de sustitución lingüística y cultural impulsado por España (y Francia).
Por cierto, es más lo que nos une que lo que nos separa ¿de quién?
Creo que se los derechos individuales no prevalecen sobre los colectivos ni al revés. Es mucho más complejo que eso. Habrá derechos individuales irrenunciables, y habrá derechos colectivos que tendrán prioridad sobre los individuales. Entre otras cosas, porque si no, la convivencia sería imposible. Por poner un ejemplo, si voy a vivir a Burgos o a Burdeos, ¿tengo el derecho individual a que mis hij@s reciban la enseñanza pública en euskera? Me temo que el sentido común dicta que no.
Sin embargo, resulta que si una familia de Burgos se traslada a Euskal Herria, las instituciones deberán atender el “derecho” de esa familia de escolarizar a sus hij@s en español, sí o sí. Y eso tiene que ver directamente con el hecho de tener un Estado o no tenerlo.
aprovecho para enlazar con la cuestión de la organización de las comunidades. Much@s de quienes queremos un Estado propio para Euskal Herria, o para Cataluña, o el Sahara, o Palestina, lo queremos porque vemos que nuestras comunidades están amenazadas, en nuestro caso en el aspecto cultural e idiomático (España y Francia son estados uniformizadores, colonizadores y hasta hace nada, genocidas), y en el caso saharaui o palestino, amenazados físicamente incluso (aquí también ocurrió. El general Mola propuso exterminar a l@s vasc@s en la guerra civil). Otras personas quizás lo quieran así porque les gusta más, y están en su derecho. Además queremos un estado propio para poder gestionar mejor todas las cuestiones que has mencionado y ser más solidari@s con las poblaciones empobrecidas del sur. Y es que España es uno de esos Estados (con EEUU, China, Rusia, GB, Francia, etc…) que lleva un montonico de años, unos 500 en el caso patrio, expoliando a l@s pueblos de aquí y de allí: Sur América, África y Asia tienen noticias “nuestras” desde antaño, hasta ahorita mismo.
Yo prefiero el término comunidad al de nación, y este al de estado, pero mientras existan los Estados depredadores, como el español, el sentido común y la urgencia invitan a proveerse de una estructura similar, hasta dar con otra mejor.