Mujeres que transforman desde la ecología

Artículo aparecido originalmente en Seguimos Informando (03/06/2015)

En un día como hoy, 3 de Junio, de 1979  se convocó en Tudela (Navarra) una protesta antinuclear y antimilitarista en el marco de una Jornada Internacional contra la Energía Nuclear. Allí acudió Gladys del Estal, una joven de 19 años, miembro de un grupo ecologista de Donostia, que fue asesinada por un disparo de la Guardia Civil durante la dura represión que fue ordenada contra la concentración.

Esta historia nos lleva a una lucha minoritaria y poco reconocida en la memoria de la transición, como fue el movimiento antinuclear y el activismo ecologista.  Pero que es parte de su tiempo y reflejo (aunque pequeño) de lo que se movía en otras partes del mundo.

Los años 70 consolidan el movimiento ecologista, y el problema de la contaminación y la degradación del medio ambiente empiezan a calar en la opinión pública. Al final de la década se funda el Partido Verde Alemán, con la aspiración de llevar a la política institucional el ecologismo. La figura central de este proceso y en los primeros años de Die Grünen fue Petra Kelly, activista de referencia en el movimiento anti-nuclear y pacifista, recibió el Right Livehood Award en 1982 por su “nueva visión al aunar ecologismo, pacifismo, justicia social y derechoshumanos”

También en los 70, pero sin conexión con el activismo occidental, tiene lugar en la India el movimiento Chipkopara proteger los bosques de una zona del Himalaya. El punto culminante de este movimiento local fue cuando 27 mujeres hicieron frente a los operarios forestales para detener la tala abrazándose a los árboles. A día de hoy, hay miles de activistas en el mundo que de forma anómima se enfrentan a las multinacionales de la energía, la minería o la alimentación para detener la destrucción de su entorno.

La lucha ambiental es la lucha contra la pobreza en una buena parte del mundo y millones de personas viven en sus vida diaria las consecuencias de una actividad económica depredadora de recursos. Y sin embargo, la violencia y la represión es a lo que se enfrenta el activismo ambiental en muchos países: el año pasado 116 activistas fueron asesinados en todo el mundo. Las amenazas y la violencia son parte de la estrategia para reprimir el activismo, tal y como sucedió con Berta Cáceres la mujer que organizó al pueblo Lenca en Honduras contra la construcción de una presa

Si hablamos de activismo ecologista con nombre de mujer, no podemos dejar de nombrar a Wangari Maathai, la “Mujer-Arbol”, premio Nobel de la Paz en 2005 y promotora del proyecto “Cinturón verde” que empleando a mujeres ha conseguido plantar más de 40 millones de árboles. O Vandana Shiva, activista por la biodiversidad en la agricultura y la soberanía alimentaria, que es también un referente del ecofeminismo. Su apuesta por el empoderamiento y los derechos de las mujeres campesinas como el camino para una agricultura sostenible.

Sin embargo, este reconocimiento llega a muy pocos activistas. La mayor parte celebran sus victorias o rumian sus derrotas en el anonimato. El desconocimiento de las figuras de referencia del movimiento ecologista es aún mayor que en otras causas, y eso, a pesar de lo que le debemos como sociedad al activismo ecologista. A esto hay que sumarle la invisibilización y menor reconocimiento de las mujeres, sea cual sea su ámbito de actividad.

Creo que el aniversario del asesinato de Gladys del Estal es un buen momento para reconocer la aportación de las mujeres a la lucha por el medio ambiente. Pero también lo es para animar al activismo ecologista. Por desgracia sigue siendo más necesario que nunca, también en nuestros pueblos y ciudades. Entendamos, como entendieron los pioneros de la lucha ecologista en la transición española y como lo viven a diario comunidades locales de todo el mundo que la lucha por la democracia, los derechos y las libertades van unidas al respeto y al cuidado del medio ambiente y de nuestros recursos naturales.

 

*Foto Libre de Derechos de Uso. Fuente Wikimedia.

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Rosa Martínez

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