O de lila y rosa; o de Octubre y Noviembre. Muy de mujeres, eso sí. O sólo de mujeres, dos lazos que representan y visibilizan causas de dolor, sufrimiento y muerte entre mujeres.
No deja de sorprenderme la popularidad del lazo rosa como símbolo solidaridad y reconocimiento de una enfermedad, que hasta hace bien poco era innombrable, mortal en muchos casos y con consecuencias inaceptables para la feminidad imperante. Octubre cubrió las redes sociales y el “whatsapp” de rosa, Chanel regalaba lazos a las puertas de las perfumerías, muchas las carreras y actos de concienciación, además de las consabidas cuestaciones. Todo muy solidario y con cierto tufillo de apoyo a causa benéfica más bien inofensiva (socialmente, se entiende).
Llega noviembre, y en la agenda de los medios de comunicación toca hacer recuento de mujeres asesinadas y denuncias de malos tratos; e incluso, a veces, con un poco de suerte se recuerdan otros tipos de violencia que sufrimos las mujeres. Y yo, ingenua de mí, que he vivido el cáncer de mama muy cerca en mi familia, y sé como han cambiado las cosas gracias a mucho años de lazos rosas, me sorprendo de que apenas 2 o 3 puntos o lazos lilas tiñan los perfiles de las redes, de que prácticamente no se vean en la calle; de que ninguna marca comercial contribuya a su visibilización y de que se hable otra vez de las denuncias falsas y de crímenes pasionales.
No se lleva el lila, ni en lazo ni en punto. Como sociedad nos hemos concienciado del daño de mutaciones genéticas, invertimos en luchar contra ello y tratamos de mejorar la situación de las afectadas, a las que, por cierto, nadie hace responsable del sufrimiento que padecen. Y sin embargo, se habla de las víctimas de la violencia machista con ambigüedad, los medios dedicados son muy escasos y apenas hay iniciativas que vayan a la raíz del problema.
Me endemonia este doble rasero de visibilización. Me repugna el “glamour” mediático que rodea a la sensibilización del cáncer de mama y la hipócrita indignación del recuento anual de víctimas mortales, seguidas de cualquier noticia, chismorreo o comentario sexista que sustenta la violencia contra las mujeres. Cuando un 25 de Noviembre contribuyamos monetariamente en la calle al sustento de programas de apoyo a mujeres maltratadas a cambio de una pegatina lila; cuando una marca comercial de público femenino declare invertir parte de sus beneficios en la lucha contra la violencia machista; cuando como personas empaticemos de la misma manera con la mujer que ha superado un cáncer de mama como la que ha hecho frente a su agresor en cualquiera de los niveles de violencia; y sobre todo cuando las instituciones dediquen los recursos necesarios a programas de prevención, educación y apoyo a las víctimas de la violencia de género. Entonces sí, me creeré que como sociedad, nos lo estamos tomando en serio.
Bueno, o al menos tanto como el cáncer de mama. Por desgracia, los derechos y la calidad de vida de las mujeres no suelen tomarse muy en serio.