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Reflexiones de una mujer candidata a liderar un partido político

Hace una semana se iniciaron oficialmente las primarias abiertas de Equo para elegir la cabeza de nuestra candidatura para las elecciones generales. Y yo decidí presentarme con la determinación de hacer una buena campaña, y por qué no decirlo, de ganar las primarias: quiero ser la candidata de Equo. Una siempre intenta calcular los riesgos y los costes de una decisión así, pero para las que somos nuevas en la política, es difícil imaginar qué van a suponer este tipo de procesos.

Después de esta semana quiero decir que ahora acabo de entender (mis sospechas ya tenía) por qué tenemos Pedros, Pablos, Marianos o Garzones en la primera línea política a nivel nacional, pero muy pocas mujeres, jóvenes y madres. La respuesta es bien obvia: participar y hacer campaña para unas primarias para ser cabeza de lista en unas elecciones generales es una locura cuando tus hijos ya están en jornada intensiva en el colegio y no tienes un red familiar que te cubra donde el horario escolar ya no alcanza.  No quiero que acaben las primarias sin visibilizar, sin contaros, el triple reto que supone este proceso desde mi realidad personal. Como política. Como mujer. Y como madre.

Todo el mundo está encantado con el conflicto doméstico de los hijos de Xulio Ferreiro en Hoy por Hoy. Apuesto a que a Xulio no le pareció tan entrañable, eso es parte de la rutina diaria de cuidar y hacer política, solo que la mayoría de las veces no hay periodistas para recogerlo.

Repartir tus dos hemisferios cerebrales, además de tu tiempo, entre dos actividades tan intensas, tan exigentes y tan emocionales como la política y la crianza es extenuante mental y emocionalmente hablando. Quien lo ha vivido lo sabe. No solo se trata de pasar tiempo con tus hijos jugando, paseando o leyendo. Es que en ese tiempo de cuidados además de quererles y escucharles tienes que llenar la nevera, prepararles la cena, despiojarlos, comprarles ropa, ayudarles con los deberes, llevarlos al dentista, poner límites, negociar los caprichos y todo eso sin acabar a gritos.

Y mientras, la política y la campaña siguen avanzando. Las redes tienen su vida propia a la que no puedes asomarte, hay que preparar textos, materiales, leer la prensa… y todo eso se mantiene en tu cabeza con la eterna sensación de que no llegas, de que no estás haciendo todo lo que deberías, y muerta de cansancio tratas de suplirlo durante las madrugadas.

El otro día una de las personas que me ayuda con esta campaña me dijo que mi actividad en redes durante el fin de semana había bajado mucho y que eso no podía seguir así. Al principio pensé que tenía razón, para eso era el experto. Pero luego me quedé pensando y decidí rebelarme ante esa idea. ¿Por qué tengo que renunciar a esos momentos? ¿Por qué no podemos hacer política desde otros presupuestos? ¿Por qué, incluso para unas primarias, se requiere sacrificar todo por los votos? Es precisamente ese tipo de prácticas las que limitan la participación de las mujeres en política.

Y esto es profundamente injusto. Y aunque hay injusticias que no son culpa de nadie (bueno, sí del sistema ese que queremos transformar) hay que denunciarlas, visibilizarlas y compartirlas. Primero, para demostrar que las situaciones injustas de partida no deben ser freno ni razón para no luchar por lo que queremos. Segundo, porque las injusticias personales suelen tener un origen social y por lo tanto hay que denunciarlas. Y tercero, porque hay que poner en valor el esfuerzo y generosidad de mucha gente que con su esfuerzo trata de asegurar la igualdad de oportunidades.

Esto es determinación contra la injusticia, no victimismo. La única víctima que va a haber al final de estas primarias es el propio sistema. Pase lo que pase habré demostrado que se puede estar a la altura. Y luego vendrán más que seguirán demostrándolo y, poco a poco, haremos esa injusticia más pequeña, hasta que desaparezca como otras tantas injusticias que ya no sufrimos gracias a la labor de las que estuvieron antes que nosotras.

Y un día, dejará de haber entrevistas en directo a las 9.00 de la mañana porque a esa hora la gente está llevando a sus criaturas al colegio.

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Artículo publicado originalmente en Eldiario.es 18/06/2015

Feliz Día del Trabajo (de todos los trabajos)

Artículo publicado originalmente en el blog Más de la Mitad de 20 Minutos (01/05/2015)

Hoy me levanté pensando “Qué bien que hoy no trabajo” y de repente me di cuenta que tenía que recoger la casa, vestir a los niños, ir a la compra, pasar por casa de mis padres, etc. Nunca nos paramos a pensar en todo el trabajo que hay que hacer, y que sin embargo nadie considera un trabajo, pero ¿Qué pasaría si esta semana me declaro en huelga y no hago nada de eso? ¿Y si todas las mujeres nos declarásemos en huelga?

Me gustaría que cuando hablemos del Día del Trabajo, tuviéramos en mente todos los trabajos. Sí, también ese que la sociedad no valora, no remunera y ni siquiera reconoce: el de los cuidados, el reproductivo, el de sacar la vida adelante.

Ese trabajo que realizan mayoritariamente las mujeres en todo el mundo, ese que es imprescindible y que no aparece en ninguna estadística ni indicador de progreso o riqueza. Así somos. En nuestra sociedad tiene más reconocimiento el gerente de una fábrica de armas o el banquero que desahucia a la gente de sus casas, que las mujeres que se ocupan de sus criaturas o de sus familiares dependientes.

Ellos (porque en ese tipo de puestos son mayoritaria y aplastantemente ellos) cobran algo más que un buen sueldo, tienen prestigio y estatus social; se les reconoce su contribución a la sociedad y a la economía. Ellas tienen más riesgo de caer en la pobreza y sufrir violencia, y su trabajo no es valorado ni social, ni económicamente.

Para el sistema no existe la mitad de la población, sin embargo somos imprescindibles. Son las mujeres en todo el mundo las que trabajan a diario y asumen la responsabilidad de la crianza, la alimentación, la salud, la limpieza, la educación… En definitiva del cuidado de su familia.

Nuestro modelo de sociedad, producción y consumo está basado precisamente en esa fuerza de trabajo gratuita que somos las mujeres y que realizamos las tareas básicas para la vida. Si tuviéramos que pagar ese trabajo en la sombra el sistema se colapsaría

Estos días estamos hablando, y mucho, de trabajo. Lo que fue un castigo divino, hoy es un regalo del cielo. Somos conscientes de la transformación profunda que el sistema necesita para crear empleos dignos y sostenibles. Pero cualquier cambio de nuestro modelo productivo quedará incompleto si no aborda el reparto de trabajo reproductivo. La conciliación no basta, acaba siendo una trampa para las mujeres ¿os suena la doble jornada? Y hasta triple. Hay que trabajar por la corresponsabilidad, los hombres y las instituciones deben asumir su parte en este trabajo esencial para la sociedad.

Porque no nos engañemos, la desigualdad social, económica y política de las mujeres tiene su origen y es consecuencia de asumir sin remuneración, sin visibilización y sin reconocimiento el trabajo más básico que necesitamos como sociedad: el de cuidar de la vida

Feliz Día del Trabajo, de todos los trabajos.

8M: Mayor participación política

Artículo publicado en El Diario de Córdoba (04/03/2015)

Como todos los años por estas fechas los medios se llenan de artículos y reportajes sobre la mujer y su situación en el mundo. Existe una marea informativa que pone excepcionalmente los derechos de las mujeres en todas las portadas.

A punto de comenzar la campaña electoral en Andalucía, nos parece más que relevante aprovechar este hueco que los medios nos dejan a las mujeres para poner sobre la mesa el problema. Sí, porque, lo queramos ver o no, la menor participación política de las mujeres es un problema de democracia y de igualdad.

Siendo la mitad de la población, en un contexto donde la educación y los valores sociales fueran igualitarios, por pura estadística los partidos políticos, los ministerios, el congreso, los sindicatos y los movimientos sociales deberían estar mucho más equilibrados en cuanto a número de hombres y mujeres. Y no lo están, no solo en el número, sino también y más escandalosamente en los puestos de responsabilidad y poder. Se ha hablado mucho de la ausencia de mujeres en el Gobierno de Grecia, pero ¿y aquí? ¿Podemos afirmar que seamos un ejemplo de igualdad en cuanto a la participación política de las mujeres? No lo creo.

Se ha escrito mucho sobre las razones de la menor presencia de las mujeres en política, desde el estereotipo del “menor interés de las mujeres por las cuestiones públicas” o el eterno lastre de las mujeres para conquistar el espacio público: “la conciliación”. No es una cuestión baladí y por ello debemos recordar por qué es importante fomentar y asegurar una participación de la mujer en la política institucional.

Mientras el porcentaje de participación de la mujer no se aproxime a su peso porcentual en el total de la población (¡51%!) habrá que seguir hablando de barreras y desigualdad. Si realmente queremos una nueva cultura política, hay que poner los medios necesarios para eliminar obstáculos y facilitar esa participación.

A día de hoy, la principal vía de acceso a la política son los partidos políticos. Por este motivo, son los propios partidos los que tienen la responsabilidad y el deber de trabajar para facilitar la presencia de las mujeres en sus filas, no sólo en número sino también en visibilidad, responsabilidad y liderazgo. La paridad en los órganos de gestión y dirección sigue siendo una excepción en nuestro sistema político, y solo EQUO funciona con una doble portavocía paritaria.

El próximo día 22 Andalucía votará su Parlamento y con él, la Presidencia de la Junta. De los principales partidos con representación parlamentaria o posibilidades de obtenerla sólo hay dos mujeres candidatas: Susana Díaz (PSOE) y Teresa Rodríguez (Podemos). Y de estos mismos grupos, solo IU y Podemos presentan el mismo número de cabeza de lista mujeres que hombres.

En una sociedad donde las mujeres parten de una desigualdad tan clara en tantos ámbitos de la vida, lo raro sería que precisamente fueran iguales en el acceso al poder desde el que poder revertir esta situación. Si hablamos de derechos e igualdad de las mujeres, hemos de hacerlo también desde el derecho a participar y contribuir desde la política institucional. En plena campaña electoral, reivindicamos mayor participación política de las mujeres. Porque la menor presencia en número y cargos de responsabilidad no es fruto del azar o de la menor preparación, sino otra manifestación de la desigualdad que las mujeres sufrimos por el mero hecho de serlo.

* Coportavoz federal de EQUO. Firma también este artículo Carmen Molina, coportavoz de EQUO Andalucía y candidata de Podemos por Málaga

Mujeres de Mongolia

Rosa Martínez y Guillermo Rodríguez

Artículo publicado en el blog de Guillermo Rodríguez Desde el Este (29/12/2014)

De la convivencia con familias nómadas mongolas puedes contar muchas cosas, revivir experiencias únicas e incluso sacar lecciones de vida. Sin embargo, elegimos compartir nuestras impresiones sobre el papel de la mujer en la sociedad de Mongolia. En los miles de kilómetros recorridos por estepas y desiertos, fuimos testigos de la invisibilidad y el silencio de muchas mujeres. Asumían la responsabilidad del hogar, del ganado, de la alimentación y del bienestar de los huéspedes, pero lo hacían desde la discreción, desde un segundo plano, que no era evidente, ni grosero, ni manifiestamente discriminatorio. Y sin embargo, para nosotros, viajeros occidentales con gafas violetas, la vida cotidiana de las mujeres en los ger no dejaba de sacudirnos una y otra vez en cada familia y en cualquier momento del día: no oíamos su voz, no compartían ni la conversación ni el momento de descanso que los hombres de la casa (maridos, padres, hermanos) disfrutaban con nosotros, los huéspedes, en el centro de la estancia, mientras ellas se movían en la sombra y el silencio de la periferia del hogar siempre ocupadas.

Y sin embargo, habíamos leído sobre el empoderamiento de la mujer en Mongolia. En los últimos años, las tasas universitarias de las mujeres han sido entre un 60% y un 70% mayores que las de los hombres. Quienes emprenden en Mongolia son ellas, en la medida en que los hombres se quedan con el ganado y abandonan la formación, y comprobamos que los negocios –tiendas, comercios o restaurantes– en núcleos urbanos como la capital o los polvorientos pueblos en medio del desierto eran gestionados mayoritariamente por mujeres.

Pensando en lo que vivimos en Europa, nos preguntábamos si esa liberación que percibíamos en las zonas urbanas tendría un impacto en el hogar y en la relación con sus parejas, si las familias de esas emprendedoras serían diferentes a las que habíamos conocido en la Mongolia rural: ¿sería la emancipación económica un primer paso hacia la emancipación real, como lo había supuesto en Occidente?

Foto de Rosa Martínez
Foto de Rosa Martínez

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Hemos de confesar que, en realidad, después de reflexionar sobre esa evidente invisibilidad de las mujeres, no éramos capaces de enumerar grandes diferencias con lo que hasta hace bien poco han vivido las mujeres españolas y siguen viviendo en muchos contextos: El desequilibrio en la carga de trabajo, la sumisión y el servicio a los demás (hombres, familia, huéspedes), el nulo valor o reconocimiento al trabajo de cuidados, la ausencia de voz… Es verdad que en nuestra sociedad se han producido cambios, y que en una gran parte de la sociedad la evidencia ha dejado paso a la sutileza en las formas de discriminación de la mujer. Pero la realidad es que la opresión y discriminación de la mujer hoy en Occidente viene dada precisamente por las aparentes conquistas de empoderamiento y libertad, que se han convertido en parte de los elementos sustentadores del patriarcado del siglo XXI: el trabajo remunerado fuera de casa que se convierte en doble jornada; la libertad para vestirse y mostrar el cuerpo que se ha convertido en la principal herramienta de objetivación sexual de la mujer; o la libertad sexual, que a menudo se ha subordinado a la sexualidad masculina.

El sometimiento de la mujer en las familias nómadas nos fue evidente. Y esto nos hizo por una parte darnos cuenta de que en realidad eran situaciones para nada extrañas o impensables en nuestra sociedad; y por otra recelar de la libertad y emancipación que la independencia económica puede traer a las mujeres mongolas, tal y como ha supuesto a las mujeres en Occidente. En realidad, lejos de hacernos sentir satisfechos por el camino recorrido, esta experiencia nos ha hecho pensar en la profundidad que todavía tiene la discriminación de la mujer en nuestra cultura. Y por supuesto, nos ha recordado la necesidad de continuar la lucha por la igualdad real de las mujeres, tanto allí como aquí.

 

Por qué es imprescindible una política feminista

Rosa Martínez, coportavoz de EQUO y Carmen Muñoz, Red Equo Mujeres

Artículo publicado en Eldiario.es  (20/11/2014)

No deja de resultar curioso que en una sociedad donde la palabra feminismo aún ponga a la defensiva casi por igual a hombres y mujeres, izquierdas y derechas, nos encontremos de repente debatiendo en los medios de comunicación sobre el grado feminismo de los partidos políticos. Saquemos el “feministómetro” y pongámonos a medir: cómo de paritarios son los órganos de dirección, número de feministas por cada 100 militantes, referencias a políticas de la mujer en el programa, etc. Y esto, ¿de verdad importa?

Pues importa muchísimo. Primero porque demuestra que la conciencia sobre la desigualdad estructural entre hombres y mujeres ha salido de las esferas estrictamente feministas y ha llegado nada menos que a la política; y segundo porque se reconoce que hablar de mujer en términos de igualdad y con perspectiva de género es hacerlo desde el feminismo.

Sin duda, esta situación es parte del momento político en el que nos encontramos y en el que la ciudadanía quiere sacudirse las cargas de un sistema agotado política y socialmente. La transformación que se busca parte de los principios de igualdad y democracia. Algo que pasa inevitablemente por que la mitad de la población tengamos la mitad de todo . Históricamente en todas las luchas sociales y políticas se ha priorizado la lucha contra el sistema, con la promesa de ocuparse luego de las mujeres. Y así estamos, esperando desde la Revolución Francesa. No, las mujeres somos parte del todo y sólo incorporando el feminismo a la política evitaremos reproducir las desigualdades que queremos combatir. Ha llegado el momento de hacer política feminista, hacia dentro y hacia fuera. Sin duda, eso es parte de la nueva política.

Lo cierto es que, a pesar de que no esté bajo el foco mediático, EQUO lleva funcionando desde sus inicios de la manera en que la sociedad española pide hoy a gritos. Además de la horizontalidad, transparencia y democracia interna, funciona de forma feminista desde sus inicios. La paridad es una de nuestras señas de identidad: desde la coportavocía a cualquier órgano territorial.

Y sin embargo, no nos conformamos. La paridad ha de ser también política no sólo cuantitativa. Por eso, uno de los objetivos políticos que nos hemos marcado en esta nueva etapa es dar respuesta a los dos grandes retos que existen hoy en política desde el punto de vista feminista: lograr que más mujeres participen en política y fomentar y apoyar los liderazgos femeninos. La visibilidad pública de las mujeres en política, más allá de la foto en actos y ruedas de prensa, y su participación en los ámbitos de decisión, es decir allí donde está el poder, es condición sine qua nonpara una política feminista.

Pero esto no es suficiente. Nosotras creemos que los partidos políticos somos una herramienta de transformación social al servicio de la ciudadanía, y que el feminismo debe trascender nuestra propia casa. Un partido político será más o menos feminista en la medida en que las acciones y medidas políticas propuestas lo sean.

Aunque no se analicen como deberían, todas y cada una de las acciones políticas de las instituciones tienen un impacto positivo o negativo sobre la igualdad de género. Estos días ha aparecido una denuncia en los medios referida a que el estudio sobre el impacto de género de los presupuestos del Estado es insuficiente, no establece ningún tipo de recomendación, y además no utiliza la perspectiva de género. Exactamente a esto nos referimos: una política feminista analizaría las acciones planeadas desde la perspectiva de género, vería en que medida afecta a la igualdad social, económica o política de las mujeres y adoptaría las medidas correctoras necesarias, llegando incluso a desestimarlas si contribuyen a aumentar la desigualdad.

Si algo nos ha enseñado el feminismo es a mirar con otros ojos la realidad, a detectar y a luchar contra la discriminación y la desigualdad. Aplicado a la política, el feminismo nos muestra, por ejemplo, cómo el dinero público está contribuyendo a crear o reproducir desigualdades de género y con ello a perpetuar esterotipos sexistas.

No podemos dejar pasar la oportunidad de cambio que estamos viviendo para transformar radicalmente el sistema, no aceptamos parches cortoplacistas ni remedios parciales. En EQUO creemos que para que el nuevo modelo sea sostenible y socialmente justo debe incluir en sus planteamientos los límites del Planeta y el feminismo. Esta visión, apoyada en tres años de trabajo hacia dentro y hacia fuera, con unas propuestas serias y coherentes, creemos que nos convierte en un actor imprescindible para el cambio. Un cambio, que o será feminista, o no será. Al menos para la mitad de la población, algo que nos afecta a todas y todos en su globalidad.

Del activismo social al activismo político

unverdecuadradoConclusiones de la ponencia presentada en la VI Universidad Verde de Verano de la Fundación Equo.

Video (a partir min 46) – Documento completo – Presentación

En el contexto actual de exigencia de regeneración democrática, no debemos menospreciar la mejora de la calidad democrática, entendida como un incremento de oportunidades para la participación política. Y sin duda ésta debe tener en cuenta el incremento de la participación política de las mujeres mediante nuevos canales, mecanismos y condiciones de participación en los que el género / educación y limitaciones impuestas por la sociedad patriarcal no tenga tanto peso e influencia a la hora de decidir libremente la participación política.

Los partidos políticos tienen una gran responsabilidad en este objetivo, ya que como herramientas de acceso a cargos institucionales son los que tienen la llave para ayudar a romper ese “techo de cristal” que las mujeres encontramos también en política.

Los movimientos ciudadanos que se están surgiendo aparecen como espacios alternativos a los partidos políticos como canal de acceso a la representación institucional, siendo el espacio natural de confluencia entre activismo social/local y activismo político. Desde el punto de vista de las mujeres, esto cobra especial relevancia, ya que puede ser el canal ideal para fomentar y animar a las mujeres activistas en movimientos sociales y organizaciones locales a dar el paso a la política institucional en su pueblo o ciudad.

Que los movimientos ciudadanos deben ser, por supuesto, espacios paritarios no lo duda nadie, pero deben dar un paso más porque las mujeres no somos números a rellenar en una lista. Tienen que asegurar que se recoge la experiencia en política no institucional de las mujeres y que estas son parte activa y visible de los movimientos: queremos moviemientos ciudadanos liderados por mujeres. En este sentido que Ada Colau e Inés Sabanés sean una de las cabezas más visibles y mediáticas de Guanyem Barcelona y Ganemos Madrid, no sólo es un excelente ejemplo y un modelo impagable de liderazgo de mujeres en política local, sino también de confluencia natural del activismo social y política institucional.

Sin embargo, hay que hacer un trabajo de base y sistemático que haga de estos nuevos espacios de participación politicos lugares amables para las mujeres, en los que no encuentren los tradicionales impedimentos y condicionantes que o bien limitan su participación o bien la desmotivan. En este sentido, hay tres acciones claras que deberían llevarse a cabo en los moviemientos ciudadanos de confluencia, y por supuesto en cualquier organización política (institucional, social o de base):

  1. Asegurar un funcionamiento abierto, horizontal y transparente. Ha quedado en evidencia que la participación de las mujeres es mayor en este tipo de espacios en los que además, prima la cooperación por encima de la competitividad. Está por ver el impacto de las nuevas forma de hacer política en el acceso al poder político de las mujeres: a) si la paridad obligatoria, se traduce en liderazgos compartidos y figuras femeninas fuertes no sólo dentro del colectivo sino como referentes externos mediáticos y de opinión; y b) si la configuración de la listas por primarias supondrá un incremento del número de cabezas de lista mujeres, lo que dependerá en gran medida de la primera premisa

  2. Definir unas nuevas formas de participación en debates y asambleas que aseguren que se escucha la voz de las mujeres. Esto implicaría entre otros aspectos: moderación y turnos de palabra, límites de tiempo, respetando los tiempos de cada cual, priorizar grupos pequeños y dináminas participativas frente a los debates abiertos, etc. En este punto debemos de concienciarnos personal y grupalmente de la necesidad de ir hacia formas de participación más abiertas e inclusivas. Siendo conscientes de que hay que dejar “espacio”, lo que implica una gran dosis de generosidad y de compromiso real con la democracia y la igualdad real.

  3. Diseñar y llevar a cabo estrategias concretas, que no solo fomenten la participación de las mujeres dentro de los movimientos ciudadanos, sino que ayuden a las mujeres a empoderarse y a asumir puestos de responsabilidad y visiblidad pública. Este aspecto es clave. Los aspectos organizacionales y formales ayudan e influyen a cambiar los problemas estructurales, pero se necesita algo más para cambiar las cosas e invertir una tendencia que se modifica poco a poco, y en todo caso demasiado despacio para lo que supone en términos de igualdad. Se trata de promocionar la participación de la mujer, y por supuesto de mantenerla, pero sobre todo de crear liderazgos femeninos que sirvan de modelo a otras mujeres, que rompan estereotipos (más mujeres diferentes, más modelos) y que poco a poco traigan un cambio en la manera de hacer política.

Por último, queda hacer un llamamiento al empoderamiento personal de todas y cada una de las mujeres que participamos en política, bien como activistas sociales o de base, o activistas políticas. A pesar de las circunstancias, no podemos esperar a que los partidos politicos, los espacios de confluencia o los instrumentos de participación institucional se conformen de manera que las mujeres nos sintamos cómodas y motivadas en la participación activa y en la asunción de liderazgos.

Tenemos que dar un paso al frente, reclamar el espacio que durante siglos socialmente se nos ha negado. Tenemos que aprender a querer el poder1, a desearlo, a quitarnos el pudor y luchar por él, porque para eso militamos en un partido político: para llegar a puestos de decision desde donde influir y cambiar las cosas y para que se oiga nuestra voz en las instituciones.

Pero aún a riesgo de repetirme, debemos tener en cuenta que el empoderamiento de las mujeres, sin un apoyo explícito de la organización en la que militen, no es suficiente. Y si queremos merecer el adjetivo feminista en EQUO, tenemos que apoyar a las mujeres que estén dispuestas a dar un paso y a las que no, para que puedan darlo si lo desean. Y debemos hacerlo internamente como organización, pero también asegurar, sin ningun tipo de excusa, esta perspectiva de género, en los movimientos ciudadanos locales en los que participemos.

1Durante el turno de preguntas se cuestionó el sentido de la palabra poder tal y como aparece aquí utilizado. Jean François Caron, alcalde de Loos-en-Gohelle por el partido Europe Écologie–Les Vert matizó la diferencia entre el “poder de” y el “poder sobre”. Indudablemente aquí hablamos del “poder de” influir, cambiar las cosas, tener un impacto en la política.