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Mujeres de Mongolia

Rosa Martínez y Guillermo Rodríguez

Artículo publicado en el blog de Guillermo Rodríguez Desde el Este (29/12/2014)

De la convivencia con familias nómadas mongolas puedes contar muchas cosas, revivir experiencias únicas e incluso sacar lecciones de vida. Sin embargo, elegimos compartir nuestras impresiones sobre el papel de la mujer en la sociedad de Mongolia. En los miles de kilómetros recorridos por estepas y desiertos, fuimos testigos de la invisibilidad y el silencio de muchas mujeres. Asumían la responsabilidad del hogar, del ganado, de la alimentación y del bienestar de los huéspedes, pero lo hacían desde la discreción, desde un segundo plano, que no era evidente, ni grosero, ni manifiestamente discriminatorio. Y sin embargo, para nosotros, viajeros occidentales con gafas violetas, la vida cotidiana de las mujeres en los ger no dejaba de sacudirnos una y otra vez en cada familia y en cualquier momento del día: no oíamos su voz, no compartían ni la conversación ni el momento de descanso que los hombres de la casa (maridos, padres, hermanos) disfrutaban con nosotros, los huéspedes, en el centro de la estancia, mientras ellas se movían en la sombra y el silencio de la periferia del hogar siempre ocupadas.

Y sin embargo, habíamos leído sobre el empoderamiento de la mujer en Mongolia. En los últimos años, las tasas universitarias de las mujeres han sido entre un 60% y un 70% mayores que las de los hombres. Quienes emprenden en Mongolia son ellas, en la medida en que los hombres se quedan con el ganado y abandonan la formación, y comprobamos que los negocios –tiendas, comercios o restaurantes– en núcleos urbanos como la capital o los polvorientos pueblos en medio del desierto eran gestionados mayoritariamente por mujeres.

Pensando en lo que vivimos en Europa, nos preguntábamos si esa liberación que percibíamos en las zonas urbanas tendría un impacto en el hogar y en la relación con sus parejas, si las familias de esas emprendedoras serían diferentes a las que habíamos conocido en la Mongolia rural: ¿sería la emancipación económica un primer paso hacia la emancipación real, como lo había supuesto en Occidente?

Foto de Rosa Martínez
Foto de Rosa Martínez

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Hemos de confesar que, en realidad, después de reflexionar sobre esa evidente invisibilidad de las mujeres, no éramos capaces de enumerar grandes diferencias con lo que hasta hace bien poco han vivido las mujeres españolas y siguen viviendo en muchos contextos: El desequilibrio en la carga de trabajo, la sumisión y el servicio a los demás (hombres, familia, huéspedes), el nulo valor o reconocimiento al trabajo de cuidados, la ausencia de voz… Es verdad que en nuestra sociedad se han producido cambios, y que en una gran parte de la sociedad la evidencia ha dejado paso a la sutileza en las formas de discriminación de la mujer. Pero la realidad es que la opresión y discriminación de la mujer hoy en Occidente viene dada precisamente por las aparentes conquistas de empoderamiento y libertad, que se han convertido en parte de los elementos sustentadores del patriarcado del siglo XXI: el trabajo remunerado fuera de casa que se convierte en doble jornada; la libertad para vestirse y mostrar el cuerpo que se ha convertido en la principal herramienta de objetivación sexual de la mujer; o la libertad sexual, que a menudo se ha subordinado a la sexualidad masculina.

El sometimiento de la mujer en las familias nómadas nos fue evidente. Y esto nos hizo por una parte darnos cuenta de que en realidad eran situaciones para nada extrañas o impensables en nuestra sociedad; y por otra recelar de la libertad y emancipación que la independencia económica puede traer a las mujeres mongolas, tal y como ha supuesto a las mujeres en Occidente. En realidad, lejos de hacernos sentir satisfechos por el camino recorrido, esta experiencia nos ha hecho pensar en la profundidad que todavía tiene la discriminación de la mujer en nuestra cultura. Y por supuesto, nos ha recordado la necesidad de continuar la lucha por la igualdad real de las mujeres, tanto allí como aquí.

 

Por qué es imprescindible una política feminista

Rosa Martínez, coportavoz de EQUO y Carmen Muñoz, Red Equo Mujeres

Artículo publicado en Eldiario.es  (20/11/2014)

No deja de resultar curioso que en una sociedad donde la palabra feminismo aún ponga a la defensiva casi por igual a hombres y mujeres, izquierdas y derechas, nos encontremos de repente debatiendo en los medios de comunicación sobre el grado feminismo de los partidos políticos. Saquemos el “feministómetro” y pongámonos a medir: cómo de paritarios son los órganos de dirección, número de feministas por cada 100 militantes, referencias a políticas de la mujer en el programa, etc. Y esto, ¿de verdad importa?

Pues importa muchísimo. Primero porque demuestra que la conciencia sobre la desigualdad estructural entre hombres y mujeres ha salido de las esferas estrictamente feministas y ha llegado nada menos que a la política; y segundo porque se reconoce que hablar de mujer en términos de igualdad y con perspectiva de género es hacerlo desde el feminismo.

Sin duda, esta situación es parte del momento político en el que nos encontramos y en el que la ciudadanía quiere sacudirse las cargas de un sistema agotado política y socialmente. La transformación que se busca parte de los principios de igualdad y democracia. Algo que pasa inevitablemente por que la mitad de la población tengamos la mitad de todo . Históricamente en todas las luchas sociales y políticas se ha priorizado la lucha contra el sistema, con la promesa de ocuparse luego de las mujeres. Y así estamos, esperando desde la Revolución Francesa. No, las mujeres somos parte del todo y sólo incorporando el feminismo a la política evitaremos reproducir las desigualdades que queremos combatir. Ha llegado el momento de hacer política feminista, hacia dentro y hacia fuera. Sin duda, eso es parte de la nueva política.

Lo cierto es que, a pesar de que no esté bajo el foco mediático, EQUO lleva funcionando desde sus inicios de la manera en que la sociedad española pide hoy a gritos. Además de la horizontalidad, transparencia y democracia interna, funciona de forma feminista desde sus inicios. La paridad es una de nuestras señas de identidad: desde la coportavocía a cualquier órgano territorial.

Y sin embargo, no nos conformamos. La paridad ha de ser también política no sólo cuantitativa. Por eso, uno de los objetivos políticos que nos hemos marcado en esta nueva etapa es dar respuesta a los dos grandes retos que existen hoy en política desde el punto de vista feminista: lograr que más mujeres participen en política y fomentar y apoyar los liderazgos femeninos. La visibilidad pública de las mujeres en política, más allá de la foto en actos y ruedas de prensa, y su participación en los ámbitos de decisión, es decir allí donde está el poder, es condición sine qua nonpara una política feminista.

Pero esto no es suficiente. Nosotras creemos que los partidos políticos somos una herramienta de transformación social al servicio de la ciudadanía, y que el feminismo debe trascender nuestra propia casa. Un partido político será más o menos feminista en la medida en que las acciones y medidas políticas propuestas lo sean.

Aunque no se analicen como deberían, todas y cada una de las acciones políticas de las instituciones tienen un impacto positivo o negativo sobre la igualdad de género. Estos días ha aparecido una denuncia en los medios referida a que el estudio sobre el impacto de género de los presupuestos del Estado es insuficiente, no establece ningún tipo de recomendación, y además no utiliza la perspectiva de género. Exactamente a esto nos referimos: una política feminista analizaría las acciones planeadas desde la perspectiva de género, vería en que medida afecta a la igualdad social, económica o política de las mujeres y adoptaría las medidas correctoras necesarias, llegando incluso a desestimarlas si contribuyen a aumentar la desigualdad.

Si algo nos ha enseñado el feminismo es a mirar con otros ojos la realidad, a detectar y a luchar contra la discriminación y la desigualdad. Aplicado a la política, el feminismo nos muestra, por ejemplo, cómo el dinero público está contribuyendo a crear o reproducir desigualdades de género y con ello a perpetuar esterotipos sexistas.

No podemos dejar pasar la oportunidad de cambio que estamos viviendo para transformar radicalmente el sistema, no aceptamos parches cortoplacistas ni remedios parciales. En EQUO creemos que para que el nuevo modelo sea sostenible y socialmente justo debe incluir en sus planteamientos los límites del Planeta y el feminismo. Esta visión, apoyada en tres años de trabajo hacia dentro y hacia fuera, con unas propuestas serias y coherentes, creemos que nos convierte en un actor imprescindible para el cambio. Un cambio, que o será feminista, o no será. Al menos para la mitad de la población, algo que nos afecta a todas y todos en su globalidad.

Del activismo social al activismo político

unverdecuadradoConclusiones de la ponencia presentada en la VI Universidad Verde de Verano de la Fundación Equo.

Video (a partir min 46) – Documento completo – Presentación

En el contexto actual de exigencia de regeneración democrática, no debemos menospreciar la mejora de la calidad democrática, entendida como un incremento de oportunidades para la participación política. Y sin duda ésta debe tener en cuenta el incremento de la participación política de las mujeres mediante nuevos canales, mecanismos y condiciones de participación en los que el género / educación y limitaciones impuestas por la sociedad patriarcal no tenga tanto peso e influencia a la hora de decidir libremente la participación política.

Los partidos políticos tienen una gran responsabilidad en este objetivo, ya que como herramientas de acceso a cargos institucionales son los que tienen la llave para ayudar a romper ese “techo de cristal” que las mujeres encontramos también en política.

Los movimientos ciudadanos que se están surgiendo aparecen como espacios alternativos a los partidos políticos como canal de acceso a la representación institucional, siendo el espacio natural de confluencia entre activismo social/local y activismo político. Desde el punto de vista de las mujeres, esto cobra especial relevancia, ya que puede ser el canal ideal para fomentar y animar a las mujeres activistas en movimientos sociales y organizaciones locales a dar el paso a la política institucional en su pueblo o ciudad.

Que los movimientos ciudadanos deben ser, por supuesto, espacios paritarios no lo duda nadie, pero deben dar un paso más porque las mujeres no somos números a rellenar en una lista. Tienen que asegurar que se recoge la experiencia en política no institucional de las mujeres y que estas son parte activa y visible de los movimientos: queremos moviemientos ciudadanos liderados por mujeres. En este sentido que Ada Colau e Inés Sabanés sean una de las cabezas más visibles y mediáticas de Guanyem Barcelona y Ganemos Madrid, no sólo es un excelente ejemplo y un modelo impagable de liderazgo de mujeres en política local, sino también de confluencia natural del activismo social y política institucional.

Sin embargo, hay que hacer un trabajo de base y sistemático que haga de estos nuevos espacios de participación politicos lugares amables para las mujeres, en los que no encuentren los tradicionales impedimentos y condicionantes que o bien limitan su participación o bien la desmotivan. En este sentido, hay tres acciones claras que deberían llevarse a cabo en los moviemientos ciudadanos de confluencia, y por supuesto en cualquier organización política (institucional, social o de base):

  1. Asegurar un funcionamiento abierto, horizontal y transparente. Ha quedado en evidencia que la participación de las mujeres es mayor en este tipo de espacios en los que además, prima la cooperación por encima de la competitividad. Está por ver el impacto de las nuevas forma de hacer política en el acceso al poder político de las mujeres: a) si la paridad obligatoria, se traduce en liderazgos compartidos y figuras femeninas fuertes no sólo dentro del colectivo sino como referentes externos mediáticos y de opinión; y b) si la configuración de la listas por primarias supondrá un incremento del número de cabezas de lista mujeres, lo que dependerá en gran medida de la primera premisa

  2. Definir unas nuevas formas de participación en debates y asambleas que aseguren que se escucha la voz de las mujeres. Esto implicaría entre otros aspectos: moderación y turnos de palabra, límites de tiempo, respetando los tiempos de cada cual, priorizar grupos pequeños y dináminas participativas frente a los debates abiertos, etc. En este punto debemos de concienciarnos personal y grupalmente de la necesidad de ir hacia formas de participación más abiertas e inclusivas. Siendo conscientes de que hay que dejar “espacio”, lo que implica una gran dosis de generosidad y de compromiso real con la democracia y la igualdad real.

  3. Diseñar y llevar a cabo estrategias concretas, que no solo fomenten la participación de las mujeres dentro de los movimientos ciudadanos, sino que ayuden a las mujeres a empoderarse y a asumir puestos de responsabilidad y visiblidad pública. Este aspecto es clave. Los aspectos organizacionales y formales ayudan e influyen a cambiar los problemas estructurales, pero se necesita algo más para cambiar las cosas e invertir una tendencia que se modifica poco a poco, y en todo caso demasiado despacio para lo que supone en términos de igualdad. Se trata de promocionar la participación de la mujer, y por supuesto de mantenerla, pero sobre todo de crear liderazgos femeninos que sirvan de modelo a otras mujeres, que rompan estereotipos (más mujeres diferentes, más modelos) y que poco a poco traigan un cambio en la manera de hacer política.

Por último, queda hacer un llamamiento al empoderamiento personal de todas y cada una de las mujeres que participamos en política, bien como activistas sociales o de base, o activistas políticas. A pesar de las circunstancias, no podemos esperar a que los partidos politicos, los espacios de confluencia o los instrumentos de participación institucional se conformen de manera que las mujeres nos sintamos cómodas y motivadas en la participación activa y en la asunción de liderazgos.

Tenemos que dar un paso al frente, reclamar el espacio que durante siglos socialmente se nos ha negado. Tenemos que aprender a querer el poder1, a desearlo, a quitarnos el pudor y luchar por él, porque para eso militamos en un partido político: para llegar a puestos de decision desde donde influir y cambiar las cosas y para que se oiga nuestra voz en las instituciones.

Pero aún a riesgo de repetirme, debemos tener en cuenta que el empoderamiento de las mujeres, sin un apoyo explícito de la organización en la que militen, no es suficiente. Y si queremos merecer el adjetivo feminista en EQUO, tenemos que apoyar a las mujeres que estén dispuestas a dar un paso y a las que no, para que puedan darlo si lo desean. Y debemos hacerlo internamente como organización, pero también asegurar, sin ningun tipo de excusa, esta perspectiva de género, en los movimientos ciudadanos locales en los que participemos.

1Durante el turno de preguntas se cuestionó el sentido de la palabra poder tal y como aparece aquí utilizado. Jean François Caron, alcalde de Loos-en-Gohelle por el partido Europe Écologie–Les Vert matizó la diferencia entre el “poder de” y el “poder sobre”. Indudablemente aquí hablamos del “poder de” influir, cambiar las cosas, tener un impacto en la política.

Feministas consideran impostergable un proceso constituyente

Contribución al articulo de Feminicidio (18/06/2014)

  1. Referéndum: ¿ sí o no?, ¿Por qué? 
  2. Proceso constituyente: ¿sí o no? ¿Por qué?

1.- Resulta inexplicable e injustificable el temor de los gobernantes a usar la fórmula del referéndum en general y, ahora en particular, sobre un tema de tal trascendencia como el modelo de Estado. Aunque algunos insistan en que el debate entre monarquía y república se cerró con el respaldo ciudadano a aquella constitución, se equivocan. La importancia de la cuestión hubiera merecido un referéndum específico antes de elaborar la constitución, y esta tendría que haberse redactado después de que la ciudadanía eligiera si quería una monarquía o una república. Por lo tanto, referéndum sí, ya que nunca nos hemos pronunciado explícitamente sobre este punto. Personalmente, yo votaría a favor de una república. Sin embargo, la república por sí misma no garantiza nada, sólo es la base sobre la que construir un nuevo sistema social y político basado en la igualdad y la democracia. Y para ello es necesario e imprescindible un nuevo proceso constituyente, abierto, participativo y transparente. Es decir, todo lo contrario que en 1978.

2.- Me gustaría un proceso constituyente en el que los partidos fueran un actor más, una herramienta para la participación, y en el que se involucrara a representantes de la sociedad civil y a personas sin ninguna vinculación a organizaciones de ningún tipo. En el que las consultas y debates fueran abiertos a toda la ciudadanía y se rindiera cuentas de las negociaciones y los procesos. Por supuesto, las mujeres y los movimientos feministas tendrían que estar presentes y bien representadas. Además este proceso constituyente no deberá solo decidir el modelo institucional y de protección de los derechos, sino que deberá incluir en los debates otros aspectos muy importantes y con influencia directa en la vida de las personas: el modelo productivo, energético y alimentario, la articulación de los cuidados o el sistema de protección social. Sin duda, trabajando y decidiendo sobre estos temas desde una perspectiva feminista, la desigualdad se reduciría y la vida de las mujeres mejoraría sustancialmente.

Mi deseo sería que este proceso constituyente terminara en una república democrática, social y ecológica. En la que se asegure el derecho a construir, participar y decidir de toda la ciudadanía; en la que las personas estén en el centro de las decisiones, y donde se respeten, defiendan y promuevan los derechos humanos, sociales y políticos, especialmente los de las mujeres; y que respete los límites del planeta para asegurar una vida digna a todas las personas.

Entre pitos y flautas, siempre sobran pitos

Las diLopez-Uralde-Rejon-Garzon_EDIIMA20140528_0752_13chosas gafas violetas. O como he leido en alguna ocasión, esa “manía” que tenemos las feministas de contar mujeres allá donde vamos. Lo malo es que ahora ni siquiera hace falta ir a ningún sitio: puedes contar desde casa y a cualquier hora. Abres twitter, lees un par de periódicos y las cuentas siguen sin salir.

¿Dónde están las mujeres de la izquierda? Hacer recuento de la presencia pública de mujeres representando a los partidos de izquierdas en debates, reuniones, fotos o entrevistas en las últimas dos semanas está siendo además de deprimente, un duro baño de realidad “desigualitaria” que debería hacer que nos replantearamos muchas cosas, como personas y como organizaciones.

A raíz del 25M y la reinvidicación republicana se han multiplicado y generado multitud de espacios mediáticos conjuntos con Izquierda Unida, Podemos y Equo. Las imágenes que nos dejan no sólo hacen daño por el exceso de testosterna visual que desprenden, sino porque ponen en evidencia la ausencia total de mujeres con peso en todos y cada uno de los partidos. Hagamos un repaso.

  • Izquierda Unida: No soy capaz de recordar el nombre de ninguna mujer dentro del aparato más consolidado. Dentro de las nuevas caras, ¿Tania Sánchez quizá? pero ni de lejos tiene el protagonismo mediático y político que se le da a Alberto Garzón por ejemplo (mención aparte merecen los bochornosos y patriarcales intentos de vincular su actividad política a su vida privada, por ejemplo el ABC)
  • Podemos: Tres caras visibles, tres hombres omnipresentes en los medios de comunicación. Teresa Rodríguez, segunda en las listas europeas apenas tiene visibilidad ni peso en la organización del partido (¿tendrá que ver que es Anticapitalista?). Hace unos días he oido por primera vez el nombre de Carolina Bescansa, una de las firmas que registra Podemos.
  • EQUO: La cara más visible es sin duda Juantxo López de Uralde. El liderazgo de Inés Sabanés es indiscutible en Madrid, pero tiene una visibilidad limitada fuera de la Comunidad. Tras la dimisión de Reyes Montiel, queda por ver como las mujeres de Equo, algunas muy activas y con peso en los territorios, gestionamos personal y colectivamente el desafío de no quedarnos fuera de estos nuevos tiempos políticos.

La paradoja es que estamos hablando de partidos que tienen asumidos los derechos de las mujeres y la lucha feminista en su programa, sus listas electorales son paritarias, y en el caso de Equo también todos sus órganos gestión. No voy a escribir sobre las razones sociales y culturales que interactuan e influyen en que por un lado las mujeres participemos menos en política, y que cuando lo hagamos tendamos a mantenernos (o a que nos mantengan) en un segundo plano. Asumo, que eso lo tenemos ya todas claro, y quien no, debería pensar en invertir un poco de tiempo en lectura feminista.

Pero también hay que preguntarse si la sociedad (y más concretamente el electorado y los simpatizantes de la izquierda) está dispuesta a aceptar a mujeres líderes. Hagamos un ejercicio de ciencia ficción crítica: ¿Estaríamos hoy hablando de Podemos si sus promotoras hubieran sido Paula, Juana Carlota e “Iñiga”? Si has dudado un instante la respuesta, por favor considera nuevamente dedicar algo de tiempo a lecturas feministas y a analizar la realidad desde la perspectiva de género. Por si necesitas un ejemplo: ¿por qué a Ada Colau, la única mujer con presencia mediática y liderazgo indiscutible dentro del cambio social que estamos viviendo, en una tertulia televisiva la descalifican llamándola “gordita” y a Pablo Iglesias “comunista bolivariano”? Razona tu respuesta.

Analizando las causas y razones de cada partido para explicar su situación, seguro que formalmente las encontramos razonables e irreprochables. Pero al igual que aceptamos que cuando el problema se replica mayoritariamente en individuos que comparten ciertas características, deja de ser personal para convertirse en político; debemos considerar que la ausencia de mujeres relevantes y con peso en los partidos de la izquierda es un problema estructural al que hay que dar respuesta.

Las mujeres que integramos estos partidos no podemos permitirnos quedarnos fuera de esta nueva realidad política que se está construyendo, tenemos que asumir nuestras propias responsabilidades en el cambio que queremos. Y los hombres…, pues deberían empezar a integrar la igualdad no sólo en sus relaciones personales con las mujeres, sino también en las políticas. A veces sus discursos y sus actos recuerdan mucho a aquella frase de Groucho Marx de “le dejaría mi silla, pero es que estoy sentado en ella”.

Insisto: no acuso, constato. Detrás de cada foto, debate, entrevista o acto, habrá unas circunstancias objetivas, pero al final, entre pitos y flautas, siempre sobran pitos.

Por fin, hablamos de la mujer

femninismPor fin hablamos de las mujeres en las Primarias de EQUO. Se ha debatido de muchos temas: democracia, energía, sector bancario, recortes sociales, política exterior, incluso de juventud. Pero nadie ha mencionado a las mujeres, hasta que hoy Florent Marcellesi reflexiona sobre Mujeres, Naturaleza e igualdad, y nos expone su opinión sobre los derechos reproductivos y sexuales.

Y es que estamos tan ocupadas cambiando el mundo, hablando de las grandes políticas, de alternativas, que nos olvidamos de que no hay cambio real sin igualdad real. Asumo mi responsabilidad como candidata, de no haber visibilizado y haber hecho presentes los problemas de los mujeres en los debates de la primera vuelta. Y me gustaría que todas las mujeres candidatas reflexionásemos conjuntamente sobre ello. A excepción de Carolina López, que abordó la cuestión de los cuidados y la militancia, el resto ¿Por qué no hemos hablado de nosotras? ¿Por qué se nos olvida nuestra lucha del día a día por ser consideradas como iguales en todos los ámbitos? ¿Por qué no hemos dado voz a esas mujeres que ni siquiera se plantean que la igualdad es un derecho fundamental no una concesión?

Si la dramática situación de la juventud en Europa merece nuestra atención y nuestro espacio en el debate, mucho más lo merecen las mujeres, ya que somos el 51% de la población en Europa. Hay que recordar que la mitad de la población en Europa, por el simple hecho de nacer mujer:

  • Es más pobre (las mujeres cobramos menos, tenemos empleos más precarios, somos mayoría en jornadas parciales, economía sumergida o simplemente nuestra tasa de desempleo es superior a la de los hombres).
  • Tiene más posibilidades de sufrir violencia (física, sexual o psicológica y con independencia de nuestra edad, lugar de residencia, clase social y educación)
  • Asume mayoritariamente los trabajos de cuidados y domésticos (de ascendientes y descendientes, por roles interiorizados, por presión social, por inercia, por ser mujer)
  • Tiene más díficil llegar a los ámbitos donde se toman las decisiones, en las empresas y las instituciones.
  • Se la valora por la imagen y la edad en mucha mayor medida que a los hombres (siendo esto un obstáculo para su desarrollo personal, social y laboral)
  • Su cuerpo es considerado un bien público que hay que regular y controlar (tanto en el sentido reproductivo como en el estético)

Y estas son sólo algunas de las cosas a las que las mujeres tenemos que dedicar mucha energía extra para sobrevivir. La vida y el sistema ya son de por sí duros, labrarse un presente y un futuro laboral cuesta mucho esfuerzo, el doble o el triple si hay que asumir el trabajo reproductivo, demostrar que somos personas y ganarnos el respeto; además cumplir con los cánones sociales de belleza y nuestro “destino” de ser madres. Reto a cualquier hombre a pararse a pensar en ello.

Primero la revolución, luego vuestros derechos” esta frase repetida desde la Revolución Francesa a compañeras de lucha en distintos momentos de la historia, muestra que no hay un orden cronológico en la resolución de la desigualdad de la mujer. Fracasaremos si nuestras propuestas no tienen en cuenta a la mujer y sus condicionantes sociales, culturales y económicos. Nuestros grandes planes de regeneración democrática, de transición ecológica de la economía, de hacer política para las personas no tienen sentido si no resuelven los problemas estructurales que hace de las mujeres ciudadanas de segunda.

Pero aquí estaremos las feministas, mal que les pese a algunos, para recordar que la mitad de la población tenemos problemas y limitaciones específicas; y que EQUO tiene que tenerlos en cuenta si de verdad quiere ser diferente. Y estaremos todas, las más y las menos activistas, las de unas corrientes y las de otras, las que teorizan sobre feminismo y las que sin más lo sentimos. Todas y todos los que sientan la lucha por la igualdad como suya deben integrar el feminismo en su discurso.

Esta es mi invitación, este es mi reto.